El Hombre de La Mochila








Mi mirada se perdía en aquellos secos paisajes que se exhibían del otro lado del cristal, sentía una cierta sensación de culpa, pero al mismo tiempo tenía una innegable sensación de libertad que me embargaba.

No sabía donde me había detenido, solo sé que al bajar de autobús aquella sensación de libertad fue confirmada, un cielo azul despejado, el sol encumbrado brillaba con mas energía de lo que hubiera sentido antes, energía que arrebataba con rapidez la sensación de frio con la que salí de la estación, me coloqué los espejuelos para el sol y luego de estirarme un poco empecé a caminar, me sentía un tanto entumecido por aquel viaje que había durado toda la noche, caminaba por una polvorienta calle en la que el asfalto contaba los años que habían pasado sobre este, llegué hasta el centro de aquel lugar, era un pueblo  pequeño, vi un café y me adentré en busca de un bocado para mitigar aquel vacío existencial en mi vientre.

Me senté en un mueble de aspecto antiguo, de hecho todo aquel café parecía haber dado un salto quántico desde el pasado al siglo veintiuno, es más, todo aquel pueblo parecía sacado de una vieja foto, el estilo de las señales de tránsito, los semáforos, las casas y locales comerciales, todo gritaba “paz y amor”.

-Buenos días.- Musitó una voz que me sacó de mis deliberaciones.

-Buen día. - Respondí tomando aquel menú en mis manos.

La pelirroja que me atendió se alejó en dirección a otra mesa siendo perseguida por mi mirada atraída por el gracioso va y ven de sus caderas, desvié mi mirada hacia afuera una vez más reprendido por una sensación de culpa en mi interior. Yo no acostumbraba a hacer eso, sabía que no era propio, sin embargo últimamente ya no me cuidaba mucho de que mis ojos veían ni de qué clase de emociones llegaban a mi corazón, ni mucho menos que se guardaba en mi mente.

¿Cómo había pasado esto? ¿Cómo había llegado tan lejos? ¿Estaba bien lo que hacia? Quizás si, quizás no, en fin, entre el jugo de naranja y los panqueques estos pensamientos volaron en mil direcciones diferentes, que importaba ya.

-Voy a querer esta “especialidad mañanera”.

-Excelente elección.

-¿En serio o solo quieres venderme una idea?

-La especialidad mañanera es mi favorito, es mi carga de energía para empezar el día.

-Pues entonces estoy más que convencido, quiero eso. ¿Y qué me recomendarías para acompañarlo?

-Una buena taza de café.- Respondió con animosidad.- Es el complemento ideal para arrancar el día con buen pie.

-Que así sea entonces.- Dije con una sonrisa al tiempo que regresaba el menú a la chica.

-Espero que eso resulte ser tan delicioso a mi paladar como resultas ser tú a mis ojos- añadí.

Suena raro pero aquella pelirroja enrojeció aún más con mis palabras, esbozando una sonrisa bordeada por cierta vergüenza se alejó.

-Gracias.- Musitó mientras lo hacía.

Realmente lo había hecho, algo que no estilaba hacer, no me detengo a contemplar chicas por las calles ni nada de eso, bueno, no solía hacerlo hasta hace algún tiempo, cuando empecé a luchar contra las emociones que batallaban en mi interior, las que pese a haberme entrenado para evitarlas ahora pululaban en mi interior como enjambre de abejas asesinas buscando su siguiente víctima y lo peor de todo era que empezaba a gustarme, esa sensación de rebelde libertad empujaba a todas las demás emociones a que corrieran a sus anchas, nada se podía comparar con eso.

-Aquí esta, la Especialidad Mañanera.

-Gracias. ¿Te puedo hacer una pregunta?

-Sí, claro.

-¿Hay algún lugar de interés aquí? ¿Algún sitio que merezca la pena conocer?

-No somos un pueblo muy turístico que digamos la vida aquí es insoportablemente tranquila, fuera de los viejos edificios y lugares con valor histórico, solo puedo pensar en el Oasis, una laguna que esta como a cuatro o cinco kilómetros de aquí, cuando estas allí se te puede olvidar lo seca que es esta región, también hay un par de cavernas llenas de antiguos dibujos.

-Petroglifos.- interrumpí.

-Sí, esos, además de muchos murciélagos que contribuyen a la producción local de guano, fuera de eso no creo que encuentres mucha diversión por estos lados.

-Ya veo.

-Con tu permiso debo seguir atendiendo mis otras mesas.

-Adelante no te detengo.

Dirigí mi atención a la atractiva mezcla de cereales, frutas y yogurt que esperaba frente a mí y caí en un pensamiento simple.

-¿Qué rayos estoy haciendo aquí?

Tras terminar mí desayuno tome mi billetera para pagar y me percaté de que no cargaba mucho efectivo, pese a esto no dude en dejar una buena propina para la pelirroja antes de salir del lugar. Caminé calle abajo mientras comprobaba lo que había escuchado en el café, todo lucia limpio, bien cuidado, hermosamente preservado pero increíblemente aburrido, llegué hasta un parque y allí me senté, aproximadamente por dos horas, sin hacer nada, solo estaba allí sumido en mis pensamientos, definiendo mis acciones, e ignorando las vibraciones de mi teléfono celular, el cual había estado timbrando desde que estaba en el autobús.

Mi profunda meditación fue interrumpida cuando un cachorro color chocolate mordió mi pantalón y empezó a tironear de él, su pequeña dueña corrió para retirarlo, aquella escena resulto enternecedora, una linda niñita con dos colitas en su pelo que se agitaban como banderillas al viento, su carita redonda parecía sacada de un empaque de juguetes caros, acurrucaba entre sus brazos aquel cachorrillo como si fuera un bebe y este doblaba sus patitas rindiéndose a todo el cariño que le profesaba su ama. Una escena que enternecería a cualquiera excepto a mí, la única reacción que eso me provoco fue una ira hirviente en mi cabeza que luchaba por salir con una explosión, quería aplastar aquel cachorro contra el suelo y terminar de una vez con aquella nauseabunda ternura. Me puse en pies y me dirigí hacia la niña, pero un segundo de cordura me hizo cambiar mis intenciones.

-¿Es tuyo ese perro?

-Sí, señor, se llama Puchi.

Se llamaba Puchi, esto enervo una vez más mis intenciones pero las contuve.

-Debes tener más cuidado o lo podrías perder.

-Sí, hoy vamos a comprarle una correa para que no se siga escapando, ahora me voy porque no debería estar hablando con usted, mi mamá dice que no debo hablar con extraños.

La niña se alejo corriendo, yo retomé mi asiento, no podía entender porque había sentido aquello, de donde vinieron esas intenciones. ¿Por qué sentí aquello? Era extraño y confuso sin embargo me agradó la sensación de poder, de haber tenido esos pensamientos y no tener que preocuparme por sus consecuencias, eso fue en verdad malo, pero me gustó.


La tarde caía en aquel lugar y luego de deambular por todas partes, encontré un pequeño hotel en el que me instale. Villa Diego era el nombre del pueblo en el que me encontraba y el hotel ostentaba el mismo nombre, aquella habitación en el tercer piso no era mucho, pero de momento era lo que podía pagar por unos cinco días después de eso veríamos que sucedería, me paré en el pequeño balcón mirando el cielo pasar de azul a naranja y luego de naranja a rojo, un rojo extrañamente intenso, al parecer la tierra arcillosa y rojiza del lugar influían en aquel despliegue carmesí.

Rebusqué en mi mochila las pocas ropas que llevaba en ella, era hora de tomar un merecido baño, me quité las zapatillas y me recliné sobre la cama. Quedé allí mirando hacia la solitaria bombilla en el techo, asemejaba un gran ojo mirándome con cierto disgusto, pensaba en mi pasado como algo muy distante, sentía que lo que había vivido hasta el momento era como un sueño del que acababa de despertar dejándome desnudo ante una realidad que nunca antes había experimentado, quería olvidar aquel pasado, no sé ni porque, quizás estaba cansado, sí, eso era, estaba cansado, cansado de rendir cuentas de mis actos, cansado de auto disciplinarme a un estilo de vida que me impusieron como correcto, cansado de seguir lo que se suponía debía hacer y no lo que yo en realidad quería, estaba cansado de las expectativas que todo el mundo tenía sobre mí, cansado de tanto estudio, cansado de tanto trabajo, de tanto entrenamiento, estaba hastiado de las responsabilidades y de sus consecuencias.

Todo eso había sido sustituido por una casi morbosa libertad que ahora empezaba disfrutar, este pensamiento hizo que se dibujara una sonrisa en mi cara, ahora tenía libertad y debía aprovecharla, de un salto me levanté de la cama y me dirigí a la ducha, aquel baño fue en verdad reparador, tras calzar ropa limpia me dispuse a conocer la vida nocturna del lugar, me dirigí una vez más al balcón para apreciar la vista nocturna del lugar, no era muy impresionante, sin embargo descubrí algo que le dio sabor al momento. Justo al lado había un edificio, sin pensarlo mucho salté hacia el, desde allí tuve acceso a un tubo de desagüe que salía del edificio del hotel, salté hacia este y me deslicé hacia un callejón, había una puerta cerrada que impedía el acceso hacia la calle, pero valiéndome de un contenedor de basura salté sobre esta y camine... Hacia donde los pies me llevaran.


Aquel lugar parecía un pueblo fantasma, la gente del sitio se acostaban al mismo tiempo que las gallinas, no había nadie en las calles, apenas uno que otro vehículo, caminé por casi una media hora y solo encontré abierto un restaurant donde me detuve a cenar.

Seguí mi caminata nocturna hasta que me topé con un bar, el ambiente lucía tan calmado como las calles, la única diferencia era la temperatura, dentro estaba cálido acogedor, un par de tipos jugaban en una mesa de villar de una forma que hasta el choque de las bolas parecía silencioso, me senté en la barra contemplando la colección de botellas de colores que allí se exhibían, un televisor colgado en la pared transmitían un juego de baloncesto poco interesante.

-¿Qué va a tomar?- Inquirió el encargado de la barra mientras acercaba a mí un recipiente lleno de maní.

-¿Qué me recomienda?- Respondí para disimular mi falta de experiencia en el ramo.

-Depende que le gusta.

-No sé, empecemos con algo suave.

-¿Un Martini?

-Usted parece tener mucha experiencia o estará leyendo mi mente, eso era lo que mi paladar estaba buscando.

Claro como no se me ocurrió antes un Martini, el trago del 007, un trago para alguien como yo. Me di la vuelta y me recline contra la barra tomando aires de importancia, di un paseo visual por el lugar, el lugar estaba a media luz haciendo juego con la lenta melodía que sonaba en la rockola y las discretas conversaciones de los allí presentes, percibí un delicioso olor a queso que me hizo dar vuelta, en el otro lado de la barra un hombre degustaba un pequeño sándwich rebosante de un queso blanco que se separaba en largos y suaves hilos cada vez que aquel hombre lo atacaba con un mordida. Recibí la coqueta copa aprovechando para ordenar uno de aquellos sandwichitos.

Mientras lo preparaban le di un vistazo a la trago frente a mí, por mi mente pasaron distintas ideas que trataban de presagiar el sabor y la sensación que produciría en mi boca aquella incolora mezcla, lo analice como si fuera uno de los vinos que hacia mi abuela, luego con toda la pericia de un experto me tome un trago largo y profundo, sentí aquella sustancia esparcirse en mi boca dejando una sensación inflamable en ella, luego aquél ardor penetro en mi garganta y sentí que esta se abría por delante dejando visibles mis cuerdas vocales en el intento de emitir un gutural sonido que fue apagado por la incontrolable tos que me sobrevino, fue inevitable que todos lo notaran en especial el tipo que comía la pequeña delicia de queso en el otro lado de la barra quien hizo un pausa en su degustación para soltar una discreta risa.

-¿Fuerte?- Preguntó con sarcasmo.

-No, no que va está en su punto, fue que me emocione al tomarlo esta tan bueno que quise tragar más de lo que podía.- Dije carraspeando una vez más para aclarar mi garganta.

Tras el encuentro cercano del tercer tipo con el Martini, cuando mi garganta se aquieto, sentí un cierto sabor a aceituna acompañado de una sensación casi gélida, era como una pequeña anestesia a mis sentidos del gusto y del olfato, no estuvo tan mal después de todo, incluso tuve el atrevimiento de pedir otro. Mordí aquel sándwich y añadí una sensación extra al cumulo de experiencias sensoriales que tenía en aquel momento, aquel queso derretido tenía un sabor y textura magníficos, nunca había probado nada así, el sabor se mezclaba muy bien con la aún presente sensación del Martini en mi paladar.

-¿Qué tipo de queso es este?

-No sé, el nombre es bien raro, lo prepara la chica del café que está en el centro.

-¿La pelirroja?

-No la otra, la del pelo negro.

-Estuve allí esta mañana y solo vi una pelirroja.

-Es que la otra se tomó unos días de vacaciones.

-Usted parece conocerla bien.

-Es un pueblo pequeño, todos se conocen, además yo soy su casero, pero aún se me hace difícil recordar su nombre, es bastante extraño.

-Este es el mejor queso que he probado en toda mi vida. ¿Qué tiene?

-Según ella, no es que tiene sino como se prepara, es todo lo que dice.

-Oiga. ¿Esta es toda la diversión nocturna que hay por aquí?

-Como obviamente no eres de por aquí te diré, que en este pueblo el trabajo es más importante que la diversión, por eso encontraras poco para entretenerte, solo hay dos lugares normalmente abiertos a estas horas y son el restaurant que está en esta misma calle y este bar.

-Si de ahí venia.

-Bien ¿Quieres otro trago? Porque estamos cerrando en media hora.

-No por ahora, quiero dejar espacio para otro sándwich si fuera usted tan amable.

Realmente si tomaba otro de esos me iba a desmayar, con las dos copas anteriores ya me sentía medio mareado, así que use el sándwich como oportuna excusa, miré mi reloj y vi que apenas eran las nueve de la noche y pensaban cerrar en media hora, demasiado temprano para un negocio de este tipo, en fin, cuando llegó la hora de cerrar vi que todo el mundo se puso en pies de manera casi sincronizada, recogieron sus abrigos y se marcharon, en parejas o pequeños grupos, yo fui el único que se marchó solo, la temperatura había descendido más de lo que esperaba, siendo un sitio tan seco no pensé que pudiera hacer tanto frio por las noches, una ligera neblina empezaba a posarse sobre todo el lugar, pasé frente al restaurant y este también había cerrado entonces caí en cuenta de algo, yo era el único caminando por aquella calle, el silencio era sepulcral hasta podía hasta escuchar cómo se doblaban las coyunturas de mis piernas al caminar, las calles estaban pobremente iluminadas y la neblina se fue haciendo cada vez más intensa, ahora sí que en verdad parecía un pueblo fantasma, aquel sitio pintoresco durante el día se volvía... Inquietante por las noches.

De súbito escuche un sonido, como si algo se deslizara velozmente cortando el aire, instintivamente me di vuelta inclinándome un poco previniendo un posible ataque pero no había nada. Seguí mi paso y el sonido se repitió, esta vez parecía venir de mi lado izquierdo, di un vistazo hacia la otra acera, estaba vacía, opte por acelerar mi caminata.

Ya casi llegando a mi destino vi una sombra que me hizo frenar en seco, una silueta ente blanco y negro parecía estar reclinada contra una pared de repente enfiló hacia un callejón justo al lado de donde estaba a una velocidad que no me pareció humana, lo más inquietante fue que lo hizo flotando como unos dos pies de altura sobre el suelo. Eso fue suficiente para mí, corrí hacia la otra acera sin quitarle la vista a aquel callejón, al pasarlo corrí sin detenerme ni voltear hasta llegar al hotel.

Al llegar la puerta de la pequeña recepción estaba cerrada, toqué el timbre un par de veces mientras examinaba rápidamente los alrededores, toque una vez mas pero esta vez de forma frenética contra la puerta, en un árbol en la casa del frente vi lo que parecían ser unos grandes ojos observarme, tan pronto me di cuenta de ellos desaparecieron de un pestañeo, esto solo provocó que repitiera una vez más una serie de frenéticos golpes en la puerta hasta que por fin se encendió la luz de la entrada, el dependiente, escopeta en mano abrió la puerta.

Entré tropezándome con algo y rápidamente me incorpore.

-¿Está bien?- Preguntó.

-Sí, es que creo que alguien me seguía.

-¿Si?- Dijo el hombre mientras se asomaba por la puerta- ¿No habrá sido un perro o un gato?

-No sé, quizás era un asaltante.

-No lo creo, este pueblo es muy pacifico.

-Si fuera tan pacifico usted no tendría que usar esa escopeta ¿O sí?

-Si no hubieras estado tomando quizás hubieras podido ver bien que era lo que te seguía, ¿O no?

Eso era cierto, así que sin decir más me dirigí a mi habitación, donde el sueño hizo presa de mí con gran rapidez. Tuve una noche en verdad reparadora, no desperté ni una sola vez y me di un lujo que tenía tiempo que no me podía dar, me levanté tarde.

Regresé al café donde la pelirroja trabajaba y pedí una vez más una de esas especialidades. Mientras hacía desaparecer el contenido de aquel tazón pensaba que tanto mas estaría en aquel lugar y cuál sería mi próximo movimiento, había llegado allí sin ninguna razón por lo que nada me retenía, pregunté a la pelirroja si tenía un mapa que me pudieran prestar, mientras ella lo buscaba encendí una vez más mi celular, las llamadas sin contestar seguían acumulándose hasta de números desconocidos, cuando la chica regresó con el mapa me dio algunas indicaciones para llegar a otros pueblos cercanos. Como bono me dio algunos atajos en caso de que me interesara llegar al oasis que me había mencionado, pero yo en ese momento no le preste mucha atención, mi mente trabajaba tratando de encontrar la respuesta a una pregunta que me había surgido.

-Esas lindas pecas en su cara. ¿Estarán presentes en otros lugares de su cuerpo?

Llegué cerca de la estación del autobús, las ideas se revolvían otra vez en mi cabeza, algo dentro de mi me gritaba que subiera al próximo autobús y regresara adonde la gente que se preocupaba por mí, pero otra parte me decía que no renunciara a la libertad que ahora estaba disfrutando, me di vuelta, avance unos cuantos pasos y alcancé a ver un hombre tratando de hacer andar un auto japonés, pasé cerca y con un vistazo intuí cual podía ser la causa del fallo.

-Creo que es un relevador de corriente, debería revisar la caja de los fusibles.-

-¡Que dices? Ya revise los fusibles y esta todos bien - Dijo el hombre apartando la vista de su labor.

-¿Pero reviso las tres cajas?

-¿Tres?

-Este tipo de auto tiene tres emplazamientos para fusibles y reemplazables eléctricos, uno dentro y dos debajo del cofre.

-No sabía de esa segunda caja de fusibles debajo del capot.

Me despojé de mi mochila y mostré la estratégica ubicación de la caja misteriosa, efectivamente se trataba de un relevador de corriente, saqué del bolsillo mi navaja suiza, con un pedazo de alambre fabriqué un reemplazo para aquel dispositivo tras lo cual el vehículo hecho a andar.

-Listo, no es mucho pero le servirá para llegar hasta un taller y reemplazar la pieza.

-Cielos, no lo hubiera imaginado, gracias muchacho eres habilidoso.

-Tengo un vehículo con motor similar a ese y un primo que me enseño las artes de la mecánica.

-No pareces de por aquí.

-No soy de estos lugares, solo estoy de paso.- Dije mirando de nuevo el autobús.

-Por tu mirada y el tono de voz no pareces estar muy seguro de que solo estas de paso.

-Tengo algunas dudas.- Musité

-No sé cuál sea tu situación, pero cuando yo tengo dudas prefiero darme un tiempo para pensarlo.

-Llevo seis días pensando y aún no llego a una decisión.- Volví a musitar.

-Quizás deberías pensar un poco más.

-Si debería.....

-Te propongo algo,  me hace falta un par de manos hábiles en mi taller, puedes trabajar conmigo si quieres, no te volverás rico pero por lo menos tendrás dinero como para quedarte y pensar un poco más.

-¿Acaba de conocerme y me ofrece trabajo? Usted no sabe qué clase de persona soy.

-No, pero siempre he tenido buen ojo para la gente y tu muchacho me pareces ser una buena persona.

-¿Le parezco una buena persona?

Esas palabras retumbaron dentro de mi cabeza, rayos aún parecía una buena persona.

Acompañé a aquel hombre hasta su taller, un modesto lugar coronado por un gran letrero que rezaba: “El taller de Joe” Rápidamente dimos un recorrido para saber dónde estaba cada cosa, cuáles eran los casos pendientes de reparar y las condiciones del trabajo.

-Empezamos a las ocho, nos detenemos al medio día para una hora de almuerzo y seguimos hasta las cinco.

-Me parece bien.

-¿Tienes donde quedarte esta noche?

-A decir verdad no.

-Aquí arriba hay un ático, no es mucho pero con un poco de arreglo podría servirte.

-Vaya, gracias.

El hombre me dejó en el sitio para que lo preparara para mi estadía y a eso dediqué el resto de la tarde, al anochecer regresó trayendo algo de comer para mí.

-Mi esposa es la mejor preparando pollo asado, me imaginé que tendrías hambre.

-Imaginó bien.

Le di un rápido vistazo al contenido de aquel envase,  la presentación me invitó de inmediato a probar aquel pollo.

-Dele mis felicitaciones a la chef, esto esta increíble.

-Sí, todos dicen lo mismo, bueno te dejo para que descanses, recuerda, mañana empezamos temprano.

Aquel hombre medio calvo y de espejuelos me parecía extraño, recibir de esa forma a un completo desconocido, ofrecerle trabajo y alojamiento, no pude resistir hacerle la pregunta.

-¿Por qué hace esto?

-Ya te dije, necesito un par de manos habilidosas.

-No, no es eso, porque ayuda a un extraño de esta forma, me ofrece trabajo, me trae comida, me está dejando quedarme en su negocio, que le asegura que cuando regrese mañana yo no me habré ido llevándome todas sus herramientas.

Aquel hombre se sonríe.

-Si lo fueras a hacer no creo que me lo estarías contando, además siempre he creído que todos merecen una oportunidad, en este pueblo creemos en eso, todos merecen poder empezar de nuevo, come antes que se enfríe, nos vemos mañana.

Di otra mordida al pollo mientras veía aquella camioneta alejarse, por alguna razón allí me recordé de la mesa que mamá preparaba, una mesa que deleitaba con solo verla, sentí un poco de pesar, su preocupación por mi ausencia debía ser terrible, sin embargo ese sentimiento fue rápidamente borrado mientras el hambre me obligaba una vez más a atacar aquel pollo, quizás ella me extrañará, pero era seguro que no moriría por eso.

Al despuntar el alba yo ya me encontraba en pies, pese a que mi rutina de vida había cambiado, habían cosas que seguían siendo parte de ella, como levantarme por las mañanas a correr, corrí hacia las afueras del pueblo con intención de rodearlo, bordeando este por los desolados senderos de aquella seca y agreste tierra, encontré una lugar donde muchas rocas de distintos tamaños se congregaban, rocas que utilicé para para mantener mis otras habilidades en forma. Para cuando mi nuevo jefe llegó al taller yo estaba más que listo para empezar el día.

-Sabes que mi esposa me preguntó algo anoche, algo sobre ti de lo que no tuve respuesta.

-¿Y eso es?

-Tu nombre muchacho, en ningún momento pregunté tu nombre.

-Ah, mi nombre es David y me imagino que usted es Joe.

-Así como el taller.- Respondió con cierto orgullo.

-¿Entonces por dónde empezamos?

-Que te parece el auto en el que trabajaste ayer.

El dia transcurrio sin penas ni glorias, en la noche salir a hacia el pequeño restaurante en busca de algo para comer y siguiendo la tradición local regresé a casa temprano.

Ya sobre mi pequeña cama, mis pensamientos se perdían en una oscuridad que rivalizaba con ellos.

Esa noche tuve un sueño extraño, me encontraba en una llanura inmensa, a la distancia se podía ver como dos ejércitos a caballo corrían para encontrarse y dar inicio a una batalla, justo en el punto estimado donde se encontrarían había una niñita llorando.

-Estúpida niña. ¿Por qué no se quita de ahí?- Musité

Entonces una voz ronca, cavernosa y aterradoramente familiar me habló.

-Podrías salvar a esa niña. ¿Por qué no lo haces? Acaso ya no sientes compasión por los necesitados.

-Eso es lo que se esperaría que yo hiciera pero no lo voy a hacer, estoy cansado de hacer aquello para lo que se supone estoy destinado, este es mi momento y he de seguir mi propio rumbo.

-¿Ves muchacho? Tú y yo no somos tan diferentes después de todo...

Al decir esto sentí como el dueño de aquella voz se paraba justo detrás de mí.

-Yo como tú un día decidí tomar las riendas de mi destino en mis manos, mi intención nunca fue hacerle daño a la gente pero con el tiempo entendí que hay sacrificios que son necesarios hacer para poder traer un mayor beneficio para todos, entendí que antes de salvar a otros debía salvarme a mí mismo.

La voz hizo una pausa mientras yo seguía observando como aquellos ejércitos se aproximaban peligrosamente a la niña.

-Tu y yo no nos parecemos, nuestros finales fueron distintos, consecuencias de nuestras decisiones, si hubieras pensado como yo las cosas hubieran sido distintas.

-Yo te pregunto. ¿Crees que tu estado actual te hace mejor que yo? la única diferencia entre tú y yo en ese sentido fue el tiempo, tú estás viviendo ahora lo que yo en mi momento viví.

Hubo otro momento de silencio.

-Tu estas en el borde de los dos mundos, estas en la línea de lo gris, donde no hay bien o mal, solo el perfecto balance del poder, el equilibrio de las conveniencias y cuando descubres lo que puedes alcanzar estando allí, créeme que nunca más querrás volver a ninguno de los dos lados.

Apreté los puños mientras aquella niña era arrollada por los ejércitos para luego desaparecer entre los cascos de los caballos y el lodo. Sentí una extraña satisfacción, la satisfacción de no haber hecho lo correcto.

Cuando desperté de aquella visión, no me sentí perturbado, algo estaba mal en mi pero no le di mucha importancia. Cuando mi jefe llegó me aviso que cerraríamos temprano aquel viernes, había una reunión en su casa a la cual estaba invitado.

Llegué a casa de Joe a la hora acordada, muchas personas que había visto en el pueblo, algunas que conocía y otras que no se habían dado cita a la invitación.


-Ah David, llegaste, déjame presentarte a mi esposa.

Vi a Joe acercarse a una mujer alta de pelo negro y corto, se acercó a ella, le susurró y está dejando a un lado la bandeja de bebidas que llevaba, se acercó junto a Joe hasta donde yo me encontraba.

-Amanda él es David, David mi esposa Amanda.

-Así que tú eres quien ha sacado de apuros a mi esposo.

-Bueno, creo que ambos nos hemos sacado de apuros mutuamente.- dije mientras extendía mi mano.

Aquella mujer, era en verdad hermosa y sumamente agradable.

-¿Dónde están los chicos?

-Deben estar en el patio, les dejo, tengo que servir algunas bebidas y David, siéntete como en casa.

-Gracias Amanda.

Joe me presentó a algunas personas más y luego fuimos al patio, donde una enorme barbacoa llenaba el aire aroma delicioso que se mezclaba con el cálido ambiente que se respiraba en el lugar,  la pase muy bien y comí como tenía tiempo que no lo hacía, no tanto por la cantidad sino por esa sensación de hogar que me invadía.

Me alejé hasta el fondo del patio donde unos columpios chirriaban empujados por el viento, me senté en uno mientras veía como el hielo se derretía en el vaso que traía, Joe se acercó.

-¿Que te pareció la comida?

-Excelente, tenía tiempo que no comía así.

-La barbacoa es una vieja receta de familia, el resto fueron colaboraciones de todos los presentes.

-Ahora me haces sentir mal, creo que fui el que más comió de todos y el único que no trajo nada para compartir.

-Ah no te preocupes, ya abran otras reuniones.

Hubo un momento de silencio.

-¿Quieres escuchar una historia?- Musite sin apartar la vista del vaso.

Joe se sentó en el columpio contiguo y tras tomar un trago de su bebida contesto.

-Seguro.

-Una vez había un hombre que manejaba un camión, trabajaba muy duro día tras día, con el tiempo logró construir una casa, comprar un auto y poner sus hijos en un buen colegio, llego incluso a darse algunos modestos lujos, en resumen era un honesto trabajador que había visto el fruto de su esfuerzo.  Su próximo proyecto lo sacaría de la cabina del camión para ponerlo en una oficina a dirigir su propia flotilla de camiones.

Un día regresó a su casa tras haber adquirido los últimos tres camiones que necesitaba para expandir su negocio a un nuevo nivel.  Detuvo su viejo camión frente a su casa, dejó la llave en el encendido se bajó, pero en lugar de entrar a su casa, empezó a caminar, camino por media hora, luego por una hora, luego por tres horas y siguió caminado.

Ahora era yo quien tomaba un trago de mi bebida antes de proseguir.

-Nunca más volvió, abandono a su familia, casa, proyecto y nunca más regresó, conocí a este hombre hace un tiempo, ahora es un indigente, duerme en la calle con un cartón como cama y el cielo como techo, me contó su historia mientras compartía un sándwich con él un día que yo también caminaba sin rumbo fijo, cuando le pregunté porque había hecho eso. ¿Sabes lo que me contesto? Se había cansado de todo, se cansó de su estilo de vida, se cansó de tener que vivir con las consecuencias de muchas decisiones no muy acertadas, se cansó de la rutina, se cansó de las frustraciones de lo no logrado, simplemente se cansó de luchar, con lo que dejo su familia podía seguir adelante sin él, así que cerró ese capítulo en su vida y simplemente desapareció, me contaba que hacía seis años que no veía a sus hijos y esposa, eso al principio le mortificaba, pero ya con el tiempo ya eso no le hacia ninguna diferencia.

-Curiosa historia.

-Un día  regresaba de la universidad, detuve mi auto frente a mi casa, lancé las llaves en la entrada y empecé a caminar, camine por media hora, camine por una hora, camine casi por dos horas y llegué a la estación de autobuses, fui a la primera taquilla y compré un ticket para el autobús con la ruta más larga, lo aborde y al llegar al destino compré otro ticket al próximo destino más lejos, al llegar allí estuve dos días y tomé otro autobús, así sucesivamente termine aquí, mi historia es diferente, pero la razón es la misma, estaba cansado y frustrado, mi vida estaba llena de aventura, tenía propósito, tenía sentido en todo lo que hacía, sin embargo un día empecé a llenarme de orgullo y tras el orgullo vino la depresión y la frustración, en eso proceso hice muchas cosas mal y lastime a mucha gente, cuando traté de reparar todo lo que había echado a perder ya era tarde, así que escapé de ese pasado, deje todo atrás y creo que aquí he encontrado un nuevo comienzo.

-Me parece que llegaste al lugar indicado entonces, mucha de la gente que ves aquí les ha pasado lo mismo, han terminado aquí buscando escapar de sus pasados.

-Curioso.

-Mira por ejemplo. ¿Ves la elegante mujer de pelo castaño y la otra que luce como gótica? son lesbianas, ella se cansó de que los hombres la traicionaran y engañaran y la otra nunca encontró alguien que entendiera su rara forma de ser, ambas escaparon de sus rutinas de ciudad y vinieron aquí a ocultar su amor, si así se pudiera llamar.

-Ya me parecían medio raras esas dos.

-Ves al gordito de bigote, es un doctor al que le quitaron su licencia por mala práctica médica, hoy es el veterinario local, la chica de allá anorexia y bulimia, vino aquí para así no tener que ver más modelos que traten de dictar las reglas de que es hermoso y que no, ya superó su problema pero, siempre se mantiene alejada de las televisiones y computadoras. El tipo fortachón de allí, tres intentos de suicidio, ahora es entrenador del equipo local de baloncesto y siempre mantiene una excelente actitud.

Seguí escuchando Joe contarme las distintas historias de las personas que estaba allí presentes y de algunos que no estaban, todos terminaban en lo mismo, estaban escapando de sus vidas, estaban tratando de encontrar un nuevo comienzo, incluso Fran, fue una cantante adolecente que no tuvo éxito y ahora se dedicaba a servir mesas en un café. Aquel lugar parecía más que Villa Diego, Villa Perdedores.

-¿Y qué hay de ti? ¿Tú no andas escapando de algún pasado tormentoso?

-En verdad sí, yo mate a mi anterior esposa para casarme con Amanda.

Por la naturalidad con la que dijo eso pensé que se trataba de alguna broma.

-Ella tenía una extraña enfermedad, los doctores decían que ella podría vivir por mucho tiempo pero no había cura para lo que ella tenía, solo tratamientos para controlar su estado, estaba dispuesto a afrontar la situación, pero después de tres años me di cuenta de que no había esperanza para ella, pese a seguir las prescripciones su estado empeoraba y las tantas medicinas la mantenían en un estado de inactividad casi completa, ya no podíamos ni siquiera tener sexo, yo tenía que trabajar turnos dobles, ser su enfermero, cuidar a Nick , asegurar que estuviera listo para la escuela cada día etcétera..

-Estaba desesperado, cansado frustrado, deprimido, entonces conocí a Amanda un día por casualidad en el supermercado, ella cambió mi vida por completo, me hizo sentir que una vez más era un hombre y no simplemente un suplidor de necesidades, tras un año conociéndonos Amando y yo nos enamoramos, sabíamos que en algún momento mi esposa moriría, así que esperamos pacientemente por otro año más, su condición perecía estancada, por momentos parecía empezar a recuperarse pero volvía y recaía, así que un día, cansado de vivir esa vida, cansado de verla sufrir en silencio, desesperado por estar con Amanda tomé una decisión, entre sus medicinas puse un porción letal de cianuro que acabo con ella casi de inmediato, me casé con Amanda y vinimos aquí con Nick, y luego nació Albín, esa es mi historia.

Intente tomar otro trago de mi vaso pero ya hasta el hielo había desaparecido.

-Cuando nos reunimos, estamos indirectamente celebrando la libertad que hemos vuelto a tener en Villa Diego, la oportunidad de empezar otra vez, nadie juzga el pasado de nadie y todos nos aceptamos como somos en miras de hacer esta una buena comunidad donde las diferencias prácticamente no existen, trabajamos para este sea un lugar donde podamos empezar de nuevo de la mejor manera y echar raíces.

-Sabes que me ahora siento cierta preocupación al saber lo que me has dicho.

-¿Preocupación?

-Con el tiempo he aprendido que las coincidencias o lo que creemos que son coincidencias son realmente propósitos de alguien más, el hecho de haber llegado a este lugar tan adecuado para mi situación, no me parece casualidad.

-Sin embargo por lo que me cuentas, pudiste haber escogido ir a cualquier otro lugar, pero decidiste quedarte, eso me dice que aun estas en control de tu voluntad.

-En eso tienes razón.

-Tienes todas las posibilidades mi amigo, solo escoge y sigue adelante.

-¿Alguna vez has pensado en las posibles consecuencias de lo que hiciste? ¿Que pasaría si por ejemplo yo decido ir a la policía y contar lo sucedido?

-Je, je, si lo he pensado, pero a esta altura de juego no me importa, logré lo que quería y por aunque sea una vez en mi vida, he logrado que uno de mis sueños se vuelva realidad, Amanda es la mujer con la que he soñado desde que me gusto por primera vez una chica, la vida que estoy viviendo ahora no es perfecta, pero es lo más aproximado, dime David, ¿No valdría la pena tomar el riesgo por alcanzar lo que tu corazón a anhelado toda la vida?.

-Una vez más tienes razón

-Así que. ¿Qué vas a hacer ahora?

-Aun no lo sé, sin embargo hasta que lo haga Villa Diego será mi hogar.

-Bueno podemos decir que por lo menos has empezado con buen pie ya tienes trabajo, no te estoy sacando del ático, puedes estar allí cuanto quieras, pero sería bueno que en algún momento buscaras casa y crearas tu propio espacio, quizás conocer alguna chica y enamorarte de nuevo.

Justo en ese momento, Fran apareció en el escenario, como si por alguna razón del destino, como abra teatral preparada ella debía estar ahí en ese preciso instante. Se acercó a nosotros trayendo reemplazos para nuestros vasos vacíos.

Lucia en verdad radiante, su largo pelo rojo se movía al compás del viento, por momentos parecía llamas de una agitada fogata, por momentos parecía tranquilas ondas desplazándose sobre el agua.

-Hola Joe, David, disculpa la tardanza.

-Está bien chica, sabes que no hay problema, si me disculpan hay... Algo que debo hacer.

Joe esbozo una leve sonrisa la cual solo yo pude percibir, era obvio, nos estaba dejando solos. Fran tomó el lugar de Joe en el columpio junto a mí y conversamos largamente mientras la noche caía.




Tomado de: El Hombre de La Mochila
Año 2008

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