Línea Accidental
El más horrible dolor de cabeza que se pudieran
imaginar me empezó a despertar, sabía que estaba despierto, pero no podía abrir
los ojos, ni me podía mover. ¡Rayos! Maldita parálisis del sueño, una vieja
enemiga con la que ya me había acostumbrado a lidiar, así que seguí el
procedimiento. Traté de mover los dedos de las manos y abrir la boca.
Eventualmente logré despertar mi cuerpo y por fin abrí los ojos. Sobre mí
estaba un hermoso cielo azul, para el que no había explicación de que estuviera
ahí, ni eso ni la cara cubierta de una barba rojiza que apareció en medio de
ese escenario. Obviamente me asusté, sentándome de golpe me di cuenta de
que estaba en una pradera, más bien en una colina al lado de una pradera muy
verde y hermosa, rodeado por una gran cantidad de ovejas, aquel hombre se rió.
-Pensé que estabas muerto. Dijo con alivio y lanzo
otra risotada.
Me froté la cara, tratando de aclarar mis ideas.
-¿Dónde rayos estoy?
El barbudo se quedó en silencio, su cara reflejaba asombro,
como si hubiera visto un fantasma.
-¿En verdad dijiste algo?
-Sí, te acabo de preguntar que donde estoy.
La cara del hombre pasó de su pasmoso estado a la
alegría y de allí al jubilo descontrolado.
-¡Milagro, milagro, es un milagro!
Se acercó a mí con actitud maníaca extendiendo sus
grandes, callosas y velludas manas hacia mi cara.
-¿¡Sabes quién soy!?
-Ni se quién eres ni se dónde estoy. Respondí con
cierto descontento.
-¡Milagro, milagro, milagro!
Aquel hombre que era sumamente grande, me cargó y comenzó
a dar saltos en círculos, cantando una canción que no entendí. Me depositó de nuevo
en el suelo y empezó a examinarme, miro mis ojos mi boca, me revisó por todas
partes.
-¡Nos sé cómo o porque, pero los dioses han sido
benévolos contigo, te han curado!
-No entiendo, que está pasando, de verdad si esto es
una broma o algo por el estilo no es gracioso.
Aquel hombre no paraba de reír, de alejó por un par
de minutos y regresó en un caballo al cual me hizo subir, luego caminó llevando
las riendas de este por hermosos senderos, la temperatura era fresca y cada trecho
era más hermoso que el anterior. Mi guía seguía tarareando canciones que desconocía,
intercalando, algunas preguntas de las que solo contesté, si me sentía bien y
si aún podía hablar.
Llegamos a una
especie de pueblito o villa, muy pintoresco, parecía sacado de un cuento. El pelirrojo
anunció nuestra llegada mientras avanzábamos hacia el centro del lugar, las
caras de asombro se asomaron desde las casa y las ventanas, lentamente se
empezó a formar una caravana que nos seguía con murmullos que parecían los de un
río en crecida. Llegamos al centro y el hombre empezó a contar como
yo había… ¿Hablado? La gente mostraba
caras de dudas, hasta que una vez más me expresé.
-En verdad ¿Alguien quisiera explicarme lo que está
sucediendo?
Las caras de los espectadores, se transformaron en
radiantes lumbreras de felicidad, gritos y aplausos llenaron el aire. Me
ayudaron a bajar del caballo, para luego cargarme en hombros y vitorearme. De
en medio de multitud una señora, ya entrada en años, se abrió camino, los hombres
me bajaron, la multitud guardó silencio mientras se aproximaba a mí. La señora se acercó con ojos llorosos y manos
temblorosas, acarició mi cara, su rostro se adornó con una gran sonrisa.
-Arthur, cariño ¿Es cierto, estas curado?
-Mi nombre no es Arthur, es Edward. Respondí y la algarabía
estalló una vez más.
No entendía, estaba confundido, empecé a marearme,
no recordaba como había llegado allí, me sentía que estaba en un sueño, me
sentía como si tuviera una descompensación horaria, mi vista se nubló y lo último
que recuerdo de ese momento fue un rápido acercamiento al suelo.
Cuando recuperé el conocimiento, estaba en una cama,
a lo lejos se podía escuchar música, me di la vuelta y al extremo de la
habitación había una chimenea, sobre la que aquella señora cocinaba algo. Me senté
despacio y ella rápidamente advirtió mi presencia y se acercó.
-Cariño ¿Ya te sientes mejor? Preguntó dulcemente.
-Sí, creo que han sido demasiadas confusiones para
una sola tarde.
La señora sollozó por un momento, recuperando su compostura se sonrió.
-Perdona, es que, este es el día más feliz de mi
vida, los dioses han sido buenos y no
puedo contener la alegría y la emoción. ¿Tienes hambre? –Preguntó mientras me pasaba un plato hondo
de madera con una especie de sopa.
Ciertamente tenía un hambre como hacía tiempo no
sentía y el olor de aquel preparado me invito a probarlo sin demora. No
recuerdo haber probado algo así antes, tenía un sabor particular pero estaba
bueno. Cuando terminé, regresé el plato a la señora y me quedé pensando,
tratando de recordar, esforzándome por saber que había sucedido. Un profundo
dolor de cabeza me invadió, recordé un sonido, un golpe metálico, una sacudida,
ruedas rechinando, un accidente de tránsito y más dolor de cabeza.
Era un
accidente en el que yo estuve involucrado, era lo último que recordaba antes de
aparecer en este lugar. Esto no tenía
ningún sentido, pero si quería saber con exactitud que sucedía, como había
llegado allí y sobre todo, como volver a casa debía empezar a conseguir tanta información
como pudiera. La señora volvió a la chimenea, bajó la olla del fuego, entonces
me acerque a ella.
-Disculpe, pero necesito entender que sucede. ¿Quién
creen ustedes que soy y porque tanta algarabía?
La señora se sonrió, me invito a sentarme con ella a
la mesa.
-Yo soy Alura, tu madre y tú eres Arthur mi hijo
menor.
Me sentí tentado a corregir a la señora, pero en pro
de conseguir más información, decidí dejarla seguir.
-Cuando naciste, de inmediato notamos que no eras un
niño normal, no llorabas y al pasar el tiempo el único ruido que hacías era una
especie de chillido extraño que usabas para llamar la atención cuando querías
algo, tardaste mucho para poder caminar, nunca habías hablado. Creciste fuerte
y grande pero tu cara seguía pareciendo la de un niño y no era que tuvieras
cara de infante, era la expresión en tus ojos y semblante. Nunca pudiste aprender un
oficio. Las ancianas del pueblo decían que habías sido maldito al nacer, que jamás
serias una persona normal, pero yo confiaba en que los dioses serian benévolos
con nosotros y así fue.
-¿Cuantos años se supone tengo ahora?
-Han pasado cuarenta años desde tu nacimiento.
-¿Y qué lugar es este?
-Estamos en las tierras altas de Caledonia.
Guardé silencio por un momento. Mi nombre es Edward,
tengo cincuenta y uno, soy ingeniero, estoy casado y tengo tres hijos varones,
nada parecido a la historia de esta señora, me preocupé, por alguna razón empecé
a creer que podría estar siendo víctima de alguna comunidad de locos retrogradas,
de esa gente que son anti tecnología, quizás me rescataron del accidente de
auto y ahora tratan de convencerme de que soy uno de ellos. Por el momento
debía seguir la corriente. La señora con toda la amabilidad que hasta ahora la
había caracterizado tomo mi mano.
-Sé que debes sentirte confundido, no puedo imaginar
que se siente pasar tanto tiempo en los mares de la locura y de repente volver
a la realidad y ver el mundo por primera vez, pero todos aquí somos amigos y
familia, estamos dispuestos a ayudarte. ¿Escuchas esa música? Están celebrando el milagro que ha sucedido
contigo.
-Gracias Alura.
-Puedes llamarme madre. ¿Recuerdas? Soy tu madre.
-Sí. ¿Pero mientras me acostumbro a la idea puedo
llamarte Alura?
-Si eso te hace sentir más cómodo.
-Bien, Alura. ¿Qué hacen aquí?
-Somos una villa de granjeros, criamos ovejas, y plantamos la tierra.
-¿Y hay mas villas cerca?
-La villa más cercana está a medio día de camino.
-¿Esta bien si salgo y veo un poco el lugar?
-Claro que sí, la gente está afuera esperando para
poder verte.
Me levanté y con cierta duda me dirigí hacia la
puerta, al abrirla los sonidos de la celebración me golpearon de frente, aquel
barbudo pelirrojo se abalanzó sobre mi abrazándome.
-¡¡Aquí esta Arthur!!
Y la multitud enloqueció…
Todos se acercaron, me abrazaron, estrecharon mis
manos, era una verdadera celebridad, mi apatía ante todo esto era evidente, en
esto el barbudo me susurró.
-No te preocupes hermano yo te enseñaré todo lo que
tienes que saber.
Eso me hizo entender porque este tipo estaba más
frenético que todos los demás por mi milagrosa recuperación de la “locura” Cuando los saludos terminaron, la música se detuvo,
mi “hermano” pidió silencio a los presentes.
-Sé que todos tienen muchas preguntas de como Arthur
fue sanado, así que para que lo dejen tranquilo de una vez por todas lo
dejaremos que él nos cuente su historia.
Un silencio sepulcral que solo era interrumpido por
el crepitar de la madera en la fogata a nuestro lado y los grillos de la noche
se dejó sentir.
-Vamos Arthur, cuéntanos. ¿Qué se siente estar loco?
¿Tuviste visiones? ¿Viste a los dioses que te sanaron?
Otra vez se hizo silencio, entonces hablé.
-Gracias a todos por la celebración y por recibirme
de esta manera, creo que lo más simple es decirles que no debería estar
aquí. No sé de qué manera pero no soy
quien ustedes creen que soy, no soy Arthur, mi nombre es Edward y no pertenezco
a este lugar.
Se escucharon discretas risas entre la multitud.
Se escucharon discretas risas entre la multitud.
-¿Y entonces de dónde eres? Gritó alguien.
-Soy de una isla en el mar caribe, allí trabajo
como ingeniero para una compañía construyendo casas, tenía una vida normal,
hasta ahora, solo recuerdo que tuve un accidente en una carretera y al
despertar aparecí aquí.
De nuevo hubieron algunas risas entre la gente, las
que el barbudo pelirrojo acalló tomando la palabra.
-Al parecer Arthur tuvo visiones todos estos años de
locura y fueron muy placenteras, suena a que vivió una vida en su imaginación
hasta que los dioses lo trajeron de vuelta.
-Disculpa pero no es así, estoy seguro de quien soy.
Entonces fue el barbudo quien se rió a carcajadas.
-Arthur, estabas trepado a un árbol, yo intentaba hacerte
bajar, resbalaste y caíste quedando como muerto, al despertarte, estabas, bien,
en tu sano juicio y hablando con mejor acento que cualquiera de nosotros.
Más risas
llenaron el lugar.
-Parece que todavía esta medio loquito.- Vociferó uno
de los presentes entre las risas.
-No, ya les dije, tuve un accidente de tránsito y aparecí
aquí, yo no soy Arthur, soy Edward.
Mi “hermano “se acercó trayendo un escudo en su mano
y mostrándome el reverso del mismo, me pregunto.
-Muy bien, Edward, te diré que todos aquí vemos el rostro de Arthur mi hermano y quiero que
tú también lo veas.
La parte de atrás del escudo estaba tan pulida que
funcionaba sin problemas como un espejo. El espanto me invadió, aquella cara
barbuda y de pelo desaliñado no era la mía, me toqué, me revisé, hasta me
arranqué mechones de cabellos en un intento por ver donde estaba el truco,
aquellas trenzas pelirrojas ciertamente
salían de mi cabeza, miré mis manos y por igual, eran grandes y velludas, mi
piel ya no era trigueña sino más bien blanca. No sé si en verdad había estado
loco, pero era muy seguro que esto me llevaría a la locura. Las risas
continuaron mientras retrocedía y daba vuelta en dirección a la casa de Alura.
Cerré la puerta con fuerza y regresé a la cama donde
había despertado. Alura de inmediato notó que algo andaba mal. Walrick, mi
“hermano” entró y le explicó lo que había sucedido. Ya no estaba confundido,
estaba aterrado. ¿Qué le había pasado a mi cara? Mientras pensaba en las
razones y posibilidades, me puse en pies, y empecé a quitarme las ropas de
pieles que me cubrían, quedándome solo con el Kirk, examiné mi cuerpo y era lo
mismo, no era mi cuerpo, por lo menos no el que recordaba, era velludo, robusto
y tan pálido como si viviera en una cueva.
Entonces una nueva idea llenó mi mente. ¿Y si era
cierto? ¿Y si la vida que creía que había vivido no era más que los delirios de
una persona demente? Mi familia, mi trabajo, mis amigos. ¿Y si todo eso solo existió
en mi imaginación?
Alura se acercó en silencio mientras yo golpeaba con
rabia la cama en un frustrado intento por comprender, me senté mientras las lágrimas
llenaban mis ojos.
-¿Estas bien?
-No, esto está mal, esto no tiene sentido, soy diferente,
sé que para ustedes lo que digo no tiene sentido, pero solo quisiera que se
imaginara por un momento lo que sería que te despiertes, en un lugar
desconocido, con un cuerpo que no es el tuyo y sin saber el porqué.
-Debes estar cansado y confundido, tal vez tu mente
no se acostumbra a la vida real, tal vez pasaste tantos años sumido en tus
visiones que ahora es difícil afrontar la realidad. Deberías tratar de dormir,
tal vez en la mañana te sientas mejor.
-Gracias Alura, usted ha sido muy buena conmigo y
también tu Walrick.
-Eres mi hermano. ¿Qué esperabas que hiciera? O por
lo menos te parees a él. Dijo riendo torpemente.
En esto la puerta se abrió de golpe, con paso lerdo
una anciana, bastón en mano y sin ninguna presentación entró y caminó directo
hacia a mí. Con un temor reverente Alura y Walrick retrocedieron
dándole espacio a la anciana. A pesar de ser una viejita su mirada y presencia
resultaban intimidantes, aún más el extraño olor a algo quemado que la precedía.
Me examinó visualmente, me hizo levantar un brazo empujándolo con su bastón.
-Es tu hijo Alura, no cabe duda, pero este milagro
no es bueno, la profecía se está cumpliendo, el tiempo se nos acaba.
Todos me miraron fijamente, ahora ya no les parecía
tan bueno como hace un rato.
-Hay que consultar al oráculo y ver que se puede
hacer.
-¿Alguien me puede decir que pasa? –Musité siendo
completamente ignorado.
-Walrick prepara todo para que salgan en la mañana,
mientras más rápido vayan, más
oportunidad tendremos de evitar el desastre.- Dijo la anciana con tenebrosa frialdad.
Esta volvió a clavar su fría mirada en mí
-Lo único que te voy a pedir es que no intervengas
en nada, no hables con nadie fuera de este pueblo, es más, no toques nada,
mientras menos huellas dejes mejor para todos.
Y sin más se retiró. Hubo un momento de incómodo silencio.
-Voy a preparar todo para el viaje -Dijo secamente
Walrick y salió de la casa.
Alura no dijo palabra y regresó a sus quehaceres domésticos.
Me levante y fui hasta ella, empecé a ayudarla a guardar los utensilios en la alacena.
-No es bien visto que un hombre haga trabajos de
mujer.
-Lo siento, sé que solo he hecho preguntas pero
necesito entender que está sucediendo. ¿De estaba hablando esa anciana?
Alura suspiró
y sin quitar la vista de lo que hacía me contó sobre una vieja profecía, algo
de que el fin del mundo, estaría precedido por sucesos extraños y milagrosos, que todos estarían relacionados a personas particulares y cuando el número de
esas personas se complete llegará el fin del mundo. También me contó que en
algunos lugares habían llegado a matar a personas solo por sospechar que eran
uno de esos que desencadenarían el fin de todo. Alura me confesó su tristeza, la
alegría de haber recuperado a su hijo le había durado muy poco.
Ahora había pasado de ser un milagro a convertirme
en un jinete del apocalipsis. En la mañana Alura no se despidió de nosotros. Por
lo visto la voz se había corrido ya que mientras salíamos de el pueblo todos nos observaba en silencio.
Ahora era yo quien trataba de sacarle palabras a
Walrick, pero este no parecía tener ánimos de conversar, no hasta que le
pregunte por el oráculo.
-¿Y exactamente que es el Oráculo?
-El lugar donde los iluminados consultan a los
dioses y nos dan sus palabras, allí hay un gran sacerdote que es a quien
tenemos que ir a ver.
-¿Qué se supone que hará el?
-Los iluminados tienen mucha sabiduría, y el más
sabio de todos, el gran sacerdote tienen aún más conocimiento que todos los demás
juntos, conocimiento sobre este y otros mundos, suficiente como para saber si en verdad
eres o no uno de los eslabones que nos llevarán al fin.
-¿Y si soy uno de esos?
-Ellos dirán entonces que se habrá de hacer contigo,
lo más seguro es que tengas que quedarte en el santuario, donde te mantendrían
y nos mantendrían a salvo.
Honestamente tenía mis dudas luego de lo que me
había dicho Alura, tal vez moriría horriblemente a manos de los iluminados o
incluso de Walrick quien portaba su escudo y una espada enorme. Empecé a
calcular mis opciones de escape, podía enfilar en mi caballo hacia un bosque…En
el que de seguro me perdería, no podía regresar hacia el pueblo, aventurarme
por aquellos caminos desconocidos seria mi única opción. Ahora solo debía decidir
si esperar la decisión del Oráculo y si aprovecharía algún descuido de mi
acompañante para escapar.
El día pasó sin penas ni glorias, apenas nos
detuvimos, la intención de Walrick era llegar al Oráculo al amanecer del
próximo día. Acampamos bajo las estrellas y mientras comíamos la carne que
aquel pelirrojo había asado, me preguntó:
-Oye. Si en verdad no eres mi hermano y de alguna
manera estas en su cuerpo. ¿Dónde está el?
-No lo sé, ahora que lo mencionas, es posible que si
yo estoy en su cuerpo el este en el mío, si sobrevivió al accidente es posible
que lo hayan llevado a algún hospital donde al ver su condición creerán que fue
provocado por el accidente, no te preocupes, el estará muy bien cuidado.
-¿Hospital?
-Sí, ya sabes, el lugar donde van las personas para
que las sanen.
-¿Un curandero?
-Más o menos.
-¿Y cómo es ese lugar de donde dices que vienes?
-Tenemos ciudades muy grandes con mucha gente, imagínate
tu pueblo pero cien veces más grande, no tenemos que cazar nuestra comida, ni
bajar al rio a bañarnos, la mayoría de las cosas que necesitamos llegan a
nuestra casa y pagamos por ellas.
-Suena aburrido.
-No necesariamente, tenemos muchas formas de
entretenernos.
Así comenzó una larga conversación de la que Walrick
se sintió cada vez más maravillado al enterarse de cosas como la televisión, el
internet, el cine, los centros comerciales, etc. Aunque al final atinó a decir
algo con mucho peso.
-Tu mundo es un lugar lleno de maravillas, pero por
lo que veo la gente anda sola, cada uno en lo suyo en lugar de unir fuerzas,
formar clanes y luchar por el bien de todos.
-Muy cierto mi amigo, bueno creo que me voy a
dormir.
Me acosté de lado dándole la espalda al fuego, y me dormí
con facilidad después de todo un día montando a caballo, sin embargo mi
intención era la de despertarme primero que Walrick, tomé mi caballo y en
silencio me fui del lugar, cuando la distancia me pareció segura monté y me aleje a galope tendido.
Creo que debía de haber pasado como una hora, cuando
los colores anaranjados en el cielo empezaron a proyectarse, no había señal de
Walrick, pero ahora que había algo de luz, le sería fácil encontrarme ya que
solo había continuado por el mismo camino por el que íbamos. Por fin encontré
una bifurcación, tome por la que se tenía más yerba en ella interpretando que
era por la que menos transitaban, de allí descendí por una colina que me llevó a
un arroyo, al otro lado de este vi marcas de cascos de caballo en la orilla y un camino lodoso el cual seguí, atravesé un bosque de pinos encontrando por casualidad la entrada de una cueva, me detuve y entré solo para confirmar si alguien me
seguía o si me habían visto.
Descubrí que alguien había estado allí la noche
anterior, vi los restos de una fogata que aún estaba caliente. La cueva parecía
ser muy profunda, me dio curiosidad
ver hasta donde llegaba pensando en la posibilidad de usarla como escondite a largo plazo, regresé a la fogata y de las cenizas conseguí una
braza que use para encender un antorcha que improvisé, dejando el caballo caminé por aquel lugar, era muy amplia, al principio el piso era resbaloso,
pero luego se volvió de piedra, una que aprecia pulida, empecé a notar que una
ligera brisa movía la llama en la antorcha, de inmediato pensé que si había una
salida al otro lado y podía pasar con el caballo, ese sería mi próximo
movimiento.
Para mi sorpresa la cueva me llevó a una puerta hecha de hierro
forjado, la que abrí sin problemas, tras esta había un largo pasillo de rocas incrustadas
y al final de este otra reja de hierro, al abrirla me llevo a otro pasillo,
pero ya en este se empezaba a notar luz que venia del final, dejando al antorcha
avancé, en el final de este no había un puerta sino una estatua que hacía las
veces de bloqueo.
Empecé a empujar la estatua en busca de moverla lo
suficiente para poder pasar, forcejee un rato hasta que note que debía
deslizarse hacia un lado, de hecho había un mecanismo para eso. Me encontré en
un gran salón bellamente adornado con distintos metales y muy iluminado,
en el centro del mismo había un sillón encumbrado en una especie de pirámide,
caminé alrededor para ver la parte del frente, pero me detuve de golpe al notar
movimiento, alguien estaba sentado allí, sin embargo, por razones que nunca
podré explicar seguí caminado, tenía que verlo.
Debía tener menos de un metro, su piel era de un
color amarillo verdoso, sus pies colgaban del asiento, vestía una especie de
túnica blanca, su cabeza era como la de un bebe, pero sus facciones pertenecían
a una persona muy anciana, con grandes ojos de aspecto seco rodeados de mucosas
muy rojas, su nariz era casi imperceptible y su boca era igual de pequeña. La
parte más alta de su cabeza empezó a inflarse como un globo y cuando parecía
que iba a explotar empezó a contraerse y expandirse como si estuviera
respirando.
Yo estaba petrificado, traté de volver por donde
había venido pero estaba rodeado de personas con túnicas blancas parecidas a la
del que estaba en el trono, estos parecían venir de cada una de las etnias del
mundo, se tomaron de las manos cerrando así un círculo alrededor de aquella
pirámide.
-Al fin llegaste Edward, bienvenido al Oráculo. Dijo aquel ser con sonora voz pero sin mover
su diminuta boca.
Irónicamente había llegado al lugar del que estaba
tratando de escapar, pero la apariencia de aquel ser hacia que mis dudas y
miedos aumentaran.
-Sé que debes estarte preguntando, sí, yo te hice
venir aquí, no se puede evitar lo inevitable. Agregó aquel ser.
-¿Qué quieren de mí?
-Ya tenemos lo que necesitamos de ti, tu sola
presencia en este mundo ha sido suficiente, tú eras la última pieza de nuestro
rompecabezas.
-Creo que no entiendo.
-He traído a varias personas de distintas épocas a este punto en particular donde el tiempo es más frágil, la presencia de ustedes ha creado una inestabilidad tal que ahora será fácil hacer que llegue el fin.
-Creo que no entiendo.
-He traído a varias personas de distintas épocas a este punto en particular donde el tiempo es más frágil, la presencia de ustedes ha creado una inestabilidad tal que ahora será fácil hacer que llegue el fin.
-Un momento. ¿Por qué el fin?
-Esta línea de tiempo debe ser destruida, para
evitar una catástrofe mayor.
-¿Pero que pasará con esta gente?
-Nunca abran existido.
-No quiero sonar egoísta pero. ¿Podrían devolverme a
mi propia línea de tiempo?
-No hace falta, esta es tu línea de tiempo, estas en
el año mil treinta tres de tu propia era, no importa si vas al pasado o al
futuro, cuando esta línea temporal desaparezca lo hará en ambos sentidos.
Me di vuelta y vi aquellos individuos que nos
rodeaban.
-Sé que quieres escapar, pero correr es inútil, no
se puede escapar del tiempo. Dijó aquella criatura.
Me di la vuelta y enfilé hacia los escalones que
llevaban al trono de aquel ser con intención de por lo menos golpearlo, pero
este me derribó sin siquiera tocarme, me incorporé y entonces corrí hacia el
circulo, estos simplemente me dejaron pasar. Regresé por el pasillo hasta la
cueva, donde montando el caballo atravesé el bosque por donde había venido.
No lo podía creer todo terminaría así no más, las
nubes en el cielo empezaron a pasar sobre mi cabeza cada vez con mas velocidad, voltee y vi como de la
montaña sobre la cueva subía un rayo de luz que parecía tragarse el cielo como
si absorbieran un jugo con un sorbete, la velocidad del caballo empezó a
reducirse a pesar de que este seguía corriendo a todo velocidad. En el recorrido una rama voló directo hacia mi
derribándome.
Todo se puso oscuro y solo se veía una pequeña luz
que se fue haciendo cada vez más grande, según se ampliaba veía colores en ella
y luego formas que distinguí, arboles autos, era un túnel y estaba saliendo de él.
El susto fue demasiado grande, literalmente sentí que mi corazón se detuvo por
un par de segundos, estaba de vuelta en mi auto, manejando por la carretera, perdí
el control y entonces recordé, el auto se iría hacia al carril contrario, yo
trataría de regresar a mi carril y ahí chocaría con otro auto, lo que hice fue
seguir en el carril contrario, salí a la calzada de la carretera donde logré reducir la velocidad hasta detenerme.
No podía entender cómo, pero había vuelto y concluí
que al evitar el accidente había evitado que se destruyera mi línea temporal.
El pasado, presente y futuro estaban a salvo. Pero la pregunta ahora era ¿Por
cuánto tiempo?
-Emergencias. ¿Como puedo ayudarle?
-Quiero reportar un accidente en la carretera…
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