La Historia de Alberto




Podría empezar esta historia con el cliché de: "Esto le pasó al amigo del amigo de un amigo" Pero en este caso no puedo, la persona a la que le paso esto, a quien llamaremos Alberto, es mi amigo, le conozco desde hace bastante tiempo, por lo que no dudo de sus palabras.

Alberto trabajaba como conductor de metro en la linea uno, eso fue hace cuatro años. conocía cada maña, cada truco, cada fallo de cada uno de los trenes, pero mas aún, conoce cada centímetro del recorrido. Un día llegó como de costumbre, llevaba su bolsa del almuerzo y su inseparable termo de café. Trabajaba el segundo turno, el que terminaba a las once de la noche.

El supervisor le mando a llamar, entró a la oficina, vio como otros dos conductores estaban allí, les saludo y de inmediato se preguntaron porque les habían mandado a llamar, no faltó el pesimista que pensara que les iban.a despedir. El supervisor llego y les puso al tanto. Una compañera de trabajo tomaría su licencia por maternidad, estaría cuatro meses fuera, así que el supervisor pensó que en lugar de contratar y entrenar un nuevo conductor era mejor repartir el trabajo entre tres. El supervisor les vendió villas y castillas poniendo por delante el hecho de que ganarían un buen dinero extra, a lo que los hombres aceptaron. Reajustaron los horarios para que fueran rotativos, de manera que nadie recibiera toda la carga, un par de días tendrían que hacer su turno en la mañana en lugar de la noche, nada del otro mundo.

La primera semana del nuevo horario paso sin penas ni glorias, pero durante la segunda hubo un percance, uno de los conductores cayó de unas escaleras y tuvo fracturas que le impedirían seguir laborando por un par de meses. El supervisor les dijo que contratarían otro conductor, pero Alberto y el otro dijeron que no había necesidad, que ellos podían manejarlo, obviamente significaba más dinero para ellos. Pasó un mes y mi amigo mantenía el ritmo sin muchas complicaciones, estaba cansado, ciertamente, pero se mantenía motivado pensando en el siguiente pagó. Pero el otro conductor no tenía la resistencia de Alberto, llegando a sacar de su bolsillo para pagarle para que lo reemplazara en varias ocasiones. El ritmo de vida le cambió, estaba durmiendo menos,trabajando más, apenas comía, y estaba descuidando otros aspectos importantes de su vida como la familia.

Cuando la compañera regresó de su licencia el otro conductor renunció y fue Alberto quien le dijo al supervisor que seguiría con el turno doble, el supervisor lo pensó, si bien seguía teniendo un desempeño excelente pese al trabajo extra, al supervisor le preocupaba su aspecto cansado, le prometió que tomaría sus vacaciones para reponerse, pero que mientras le permitiera seguir trabajando así, el supervisor aceptó.

Así llego Alberto a cumplir un año de trabajo doble, él parecía manejarlo bien, aunque esto ya estaba afectando su matrimonio, familia, vida social, etc. Un día el cansancio fue demasiado y colapsó, le tuvieron que dar varios días de reposo, pero tan pronto estuvo mejor regreso presuroso a sus labores, el mismo día de su retorno, se topó con el conductor que le estaba reemplazando y este le hizo un comentario extraño.

Le dijo que la otra noche, le pareció ver a una persona parada cerca de una de las salidas de emergencia, esas que se usan para evacuar los pasajeros si el tren se detiene, le contó que le aviso al personal de seguridad, ellos verificaron las grabaciones de vídeo y no vieron a nadie, se rió, le dijo que el también debería tomarse un descanso y que le dejara las jornadas de trabajo extendido a los profesionales.

Esa misma noche, ya cuando hacia el último recorrido del día, le pareció ver caminado a una persona por el andén, lejos de las dos estaciones próximas, aviso al personal de seguridad del tren quien a su vez aviso al personal en las estaciones, estos últimos revisaron el trayecto a pie, no habían nadie.
Lo catalogaron como falsa alarma y no le dieron mas importancia, pero varias noches después volvió a ver aquella persona, caminando en el mismo sentido del tren, al pasarle por el lado no tuvo tiempo de reducir la velocidad para verlo bien, volvió a avisar a seguridad, revisaron de nuevo el recorrido, sin encontrar nada fuera de lo normal.
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El supervisor lo envió a visitar el medico y a un oftalmológico, temía que su salud estuviera comprometida. Todos los análisis salieron perfectos, le enviaron a casa por quince días para que descansara, no sin que antes el otro conductor le dijera que lo de que vio a alguien sospechoso caminado por el anden había sido una broma. Alberto le dijo que no jugara con eso, después del incidente en que un muchacho hizo estallar un objeto incendiario dentro del tren, la seguridad del metro era algo con lo que no se jugaba.

Alberto tomos sus vacaciones y regresó con ánimos renovados, sin embargo aquella misma noche volvió a verlo, era un hombre de cabello entre cano vistiendo un traje marrón, trató de ignorar el asunto, pero la noche siguiente volvió a verlo, esta vez aplicó los frenos de emergencias, esto detuvo todo el movimiento del sistema y alertó a seguridad, los agentes de seguridad dentro del tren fueron a verificar que pasaba, Les dijo que aquel hombre misterioso había vuelto. Los agentes salieron y corrieron en ambas direcciones solo para encontrarse con el equipo de seguridad que venía de las estaciones. El supervisor se enojó bastante amenazó con despedirlo si algo así se repetía,

Nadie mas vio al hombre, no se veía en el vídeo de seguridad, no había forma en la qué hubiera podido escapar sin ser visto, el área estaba rodeada por los agentes de seguridad, a menos que, se estuviera ocultando en algún lugar a esperar que todo pasara. ¿Pero donde? ¿Que estaría haciendo en ese lugar? Temía lo peor, un sabotaje, algo para hacer que el tren descarrilara. Últimamente había mucha gente protestando y medios de comunicación pronunciándose en contra de la costosa expansión de las lineas del metro y en como las líneas ya existentes se estaban deteriorado.

Por los próximos diez días un oficial de seguridad acompaño a Alberto en la cabina, para poder atestiguar cualquier cosa inusual, nada sucedió. Después de esos diez días pasaron otros cinco sin nada en particular. Pero al día dieciséis volvió a ver aquel hombre, trato de reducir la velocidad y seguirlo con la vista, pero le fue imposible ver su rostro. En su siguiente día libre, habló con un par de personas de mantenimiento para que le permitieran ir a curiosear en el tramo donde había visto al extraño, los tres revisaron el recorrido centímetro a centímetro, no había nada, revisaron la puerta de la salida de emergencia, si bien esta puerta permanecía sin seguro, tenía una alarma que se activaba al abrirla al tiempo que enviaba una señal a la sala de monitoreo, nadie podía salir por ahí sin que medio mundo se enterara, simplemente no había donde esconderse no había a donde ir sin ser visto. Se quedó pensativo. ¿Me estaré volviendo loco? Pensó. Ese mismo día ideo un sencillo plan, pasaría tan lento como pudiera por ese tramo y si veía al hombre misterioso lo grabaría con su móvil.

Al día siguiente al caer la noche puso su plan en marcha, cada vez que pasaba por aquel lugar lo hacia despacio, y su móvil estaba listo para entrar en acción. La noche pasó sin incidentes hasta que llegó su última vuelta. Entonces lo vio, pero aquel hombre parecía conocer las intenciones de Alberto, se detuvo y volteo a verle. Se dio el susto de su vida, dio un grito de espanto y aceleró de golpe la marcha del tren, pasaron unos segundos y sintió que se le aflojaban las piernas y se le formaba un frió en el estómago, sus manos empezaron a temblar y estaba sudando frío, lo que vio, se quedo pegado a su mente como una fotografía. Cuando aquel hombre volteo a verlo, no tenía ojos, solo dos cuecas vacías en las que se veía una luz amarillenta y tambaleante, como si su cabeza tuviera una vela dentro. No podía esperar a llegar, los conductores tiene prohibido manipular celulares mientras conducen, pero ya lo había sacado para grabar, que mas daba si lo hacia otra vez. No podía creer lo que había en su móvil, lo repitió varias veces para confirmar.

No había nada, en la grabación solo se veía la pobremente iluminada pared pasar de largo y nada más. No entendía como podía ser eso posible si el vio claramente en la pantalla del móvil aquel ser.
Al llegar al final de recorrido salió del tren y se sentó allí mismo en el piso del andén, la seguridad del tren, al verlo así se acercaron notando lo pálido que aún estaba su rostro lo subieron a la enfermería. Tras confirmar que estaba bien abordo el autobús del personal que lo llevaría a su casa. Esa noche no pudo dormir, cada vez que cerraba los ojos aquel horrible rostro venia a su mente.

Al día siguiente llegó temprano, sin decir nada bajó hasta el andén y caminó hasta el lugar donde aparecía aquella figura, subió las escaleras de emergencia, quería saber que había encima de ese lugar, tal vez era algún bromista que había encontrado la forma de entrar y salir por ahí sin ser visto. Lo que descubrió lo hizo sentarse en el suelo, estaba solo, pero sabia que sin duda su rostro debía estar pálido. Era un cementerio, el metro pasa por debajo del cementerio de la avenida Máximo Gómez, y era justo debajo del cementerio que estaba el tramo por donde aquella horrible aparición caminaba.

Tuvo miedo, nunca había reparado en ese detalle, todos los días miles de personas vivas cruzan debajo de miles de personas muertas, en cierto modo irrumpiendo el inframundo que les corresponde a aquellos que ya fallecieron. Y quizás sea que algún espíritu, molesto por el constante transitar de los trenes, decidió tomar venganza, pensaba. Su mente voló a través de mundos inexplorados de su propia imaginación, pensando en aquello, tratando de encontrarle solución. 

Ese día cuando llegó el momento del último viaje, aceleró al pasar por debajo del cementerio, mantuvo su vista fija al frente, aunque con la rabisa del ojo alcanzó a ver a aquel desagradable espectro. Al llegar a la ultima estación apagó la maquina, bajo todos los interruptores y salió de la cabina, estaba ya saliendo del tren cuando noto que había dejado su móvil, regreso al tren y al abrir la puerta traslúcida de la cabina se encontró cara a cara con aquella aparición, estuvo tan cerca que pudo ver como a través de las cuencas vacías de su cara se podía verse lo que parecía ser la parte de abajo de su cerebro, iluminado por aquélla misteriosa y trémula luz.

Lanzó un grito que alertó a todos, cayó de espalda y se arrastraba mientras aquél espectro se acercaba a él con pasos lentos, el personal de seguridad entró, le preguntaron que pasaba, el señalaba con mano temblorosa hacía la cabina, gritando entre risas y llanto, se alegraba de que por fin todos pudieran ver que era lo que merodeaba por los andenes, pero al mismo tiempo el miedo que aquella cara arrugada y pálida le provocaba era demasiado.

Se paró dando tumbos y fue sostenido por dos hombres del equipo de seguridad, El solo gritaba ¡Esta ahí, esta ahí!  Cuán grande fue la sorpresa de Alberto cuando le dijeron que ahí no había nadie, Insistió, pero los cinco hombres que estaba allí lo corroboraron, nadie veía aquel fantasma que lo atemorizaba, lo sacaron del tren y mientras lo hacían aquella aparición solo lo observaba mientras se alejaba, entonces las luces del tren se apagaron solas.

Alberto fue diagnosticado con esquizofrenia, aquel periodo de un año de mal dormir, poco comer y mucho trabajar había sido el gatillo que inicio todo. Por suerte para el proceso estaba en su etapa inicial, aunque esto no lo libro de los medicamentos y subsecuentes terapias. El insistía en que no estaba enfermo y que aquello era un espíritu que lo perseguía

Fue despedido por su condición, el caso no se conoció mucho ya que se dieron a la tarea de ocultar la información a los medios, él siguió su tratamiento y eventualmente fue diagnosticado hábil para reintegrarse a la vida laboral, aunque los medicamentos tendría que seguir tomándolos de por vida. Con el tiempo se empleo en otra parte, no le gusta mucho tocar el tema por los que quienes lo conocemos respetamos su condición y tratamos de no incomodarlo. No suele subir al metro, pero cuando lo hace trata de no mirar a los cristales, aún siente que aquel rostro de pesadilla le observa como si lo estuviera esperando.

Esto le paso a mi amigo Alberto, ex conductor del metro de Santo Domingo.

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