Crónicas de Los Muertos






Abrió los ojos y fue como si no los hubiera abierto, todo permanecía en aquella perfecta y fría oscuridad. Trató de moverse, pero no sentía las piernas, quiso tocarse el rostro y no sintió sus brazos, se dio cuenta de que no sentía su cuerpo, ni la más mínima parte de el, tampoco sentía frío, calor o alguna otra sensación, se asustó.
Pidió ayuda pero nadie respondió, su voz no hacía eco ni reverberación, simplemente era tragada por aquél infinito vacío, por aquella oscuridad, lloró pero no salían lágrimas de sus ojos, entonces una voz se escucho.

-Llorar no sirve de nada aquí.

-¿Hay alguien ahí?

-Si, bueno, eso creo.

-¿Sabes que pasa?

-Si, estamos muertos.

-¿¡Que, por que dices eso!?

-Porque lo último que recuerdo es mi muerte y luego aparecí aquí.

-No puede ser yo...

-Solo piénsalo un momento.

-Yo estaba... Estaba sobre un andamio, trabajábamos en un edificio, la grúa perdió el control, una viga golpeó el andamio, mis compañeros y yo caímos desde el piso veinte...

-Y luego apareciste aquí.

-Sentía tanto miedo, el viento sonaba tan fuerte en mis oídos que no se escuchaba nada, ni siquiera los gritos de los demás que caían conmigo, luego el suelo se acercó. Sentí mi cabeza deformarse, mis costillas crujir mientras mi pecho se aplastaba y mis entrañas reventaban.
Rebote sintiendo como si fuera un trapo y entonces quedé inerte, sentía como se formaba un charco de sangre debajo de mí y dolor, el mas horrible dolor que jamás hubiera sentido, pero no pude hacer nada más, no pensé, no razoné solo me desvanecí en el dolor.

-Yo estaba de excursión con unos amigos y descubrimos una hermosa cascada, yo quise ser más listo que ellos y me adelanté para darme un chapuzón. Fue la cosa mas estúpida que jamás hubiera hecho, no conocía ese lugar y sin embargo nadé hacía la cascada, cuando me di cuenta de que había un remolino ya era tarde, la fuerza del agua no me permitió subir, me arrastró hasta presionarme debajo de una roca, había una burbuja de aire ahí pero no me sirvió de mucho. Aguanté la respiración, mientras trataba de agarrarme de algo para salir de esa prisión, pero la fuerza de la corriente era demasiada. Entonces mi cuerpo empezó a agitarse en busca de aire, me agarré la nariz y cubrí mi boca, pero eso no evitó que mi cuerpo se obligara a respirar, sentía como el agua se iba a mis pulmones, quería toser, quería evitarlo pero era imposible, la desesperación se apoderó de mí, convulsionaba, me puse en posición fetal y me apreté con fuerza, honestamente no sabía lo que hacía, mis pulmones se llenaron de agua y creo que mi estómago también, entonces sentí mi corazón agitarse con fuerza, tanto que me dolía, sentía calambres recorrer mis extremidades, entonces mi corazón dio un golpe y se detuvo, lentamente todo se fue poniendo oscuro mientras pensaba que no quería morir, no quería morir...y aparecí en este lugar.

-¿Entonces no sobreviví? Intervino una tercera voz.

-¿Quién es?

-Alguien que igual que ustedes murió y llegó aquí. Tuvimos un accidente de tránsito, regresábamos de una fiesta, había sido una noche excelente, como me había pasado de tragos le pedí a uno de mis amigos que manejara, nada del otro mundo. En un semáforo nos topamos con otros tipos que estuvieron en la misma fiesta y se nos ocurrió la brillante idea de hacer una carrera, como eran las tres de la mañana las avenidas estaban despejadas.

-Gritamos como locos mientras los neumáticos quemaban asfalto, la adrenalina se convirtió en la dueña del momento, entonces sucedió, no recuerdo si fue el otro auto que perdió el control y nos embistió o si otro vehículo se nos atravesó, solo se que empezamos a dar vueltas. Charlie estaba junto a mi en el asiento trasero, no llevaba puesto él cinturón, salió disparando fuera del vehículo y cuando lo volví a ver fue cuando el auto lo aplastó contra la puerta de mi lado, alcancé a acostarme sobre el asiento antes de que el techo se comprimiera, dimos un par de vueltas más y el auto se detuvo de cabeza, toqué mis otros dos amigos pero ya habían muerto, entonces el auto empezó a incendiarse. Al principio fue el humo, luego el calor y antes de darme cuenta el asiento se estaba quemando, me quité el cinturón y traté de salir, pero las puertas estaban condenadas y el techo aplastado no me permitió salir por el hueco del cristal trasero. Primero fue el olor de mis cabellos quemándose, luego el de mi carne, pero lo peor fue el dolor en mis pulmones cuándo mi cuerpo me obligaba a respirar ese aire caliente que los quemaba por dentro, sentía que mis ojos hervían, los cerré por el dolor y sentí que reventaron, grité con las fuerzas que me quedaban solo par sentir que el fuego entraba por mi garganta y me quemaba las entrañas, sentía que todo el líquido en mi cuerpo se vaporizaba, sentí mi corazón detenerse, sentí mi cerebro cocinarse... Luego todo quedó en silencio entonces empecé a escuchar su conversación.

-¿Y ahora que? Pregunté

-Aparentemente no nos podemos mover porque ya no tenemos cuerpo, básicamente estamos atrapados.

-Esto no es posible, alguien que me diga que esto no está pasando. Intervino un voz femenina.

-Si escuchaste la conversación sabrás que esto es real.

La chica empezó a llorar y todos guardamos silencio, honestamente no había nada que hacer o decir .¿Que consuelo podíamos brindarle?

-Esto no puede ser verdad, que después de tanto sufrimiento todo no termina con la muerte.

-Creo que no entendemos qué quieres decir.

-Mi vida no tenía sentido, vivía sumida en las mas profunda depresión, nada me motivaba, nada me hacía feliz, no importaron los doctores ni las medicaciones, me sentía bien por momentos pero después volvía a lo mismo. Creo que hasta mi familia estaba cansada de mis episodios de depresión y ansiedad, con el tiempo llegué a la conclusión de que ya la vida no valía la pena, quería morir.

-Conseguí un litro de una sustancia, no recuerdo el nombre, se usa para proteger la madera de la humedad y los insectos, me fui a un campo en un lugar apartado, un sitio donde nadie pudiera encontrarme, donde nadie pudiera ayudarme. Destape la botella y tapándome la nariz tragué cuánto pude de esa cosa, no iba ni por la mitad cuando empecé a sentir un terrible ardor en el pecho que me bajaba al estómago y allí empezó, el sufrimiento, el dolor me hacía revolcarme, según pasaban las horas me sentía cada vez peor, mis labios, lengua y garganta literalmente empezaron a supurar sangre y a desprenderse pedazos de piel y tejido, creo que eso mismo pasaba en mi interior.

-Me arrepentí de lo que había hecho, quise buscar ayuda, pero no llegué muy lejos, mi plan de que nadie me encontrará para ayudarme resultó demasiado bien, tenía escalofríos y espasmos, sentía como si una serpiente ardiendo se arrastrara por mis intestinos, vomite una primera vez, luego una segunda y a la tercera ves solo vi sangre con lo que parecía ser pedazos de mis entrañas. Creo que tardé todo el día en morir atravesando por la más horrible agonía y ahora resulta que la muerte no es el final.

La chica volvió a romper en llanto.

-Creo que se lo que pasa.-Musito una nueva voz.

-¿A si? Entonces habla.

-Tengo, mas bien, tenía un hermano, el es cristiano, siempre me hablaba de Dios y de la biblia, me decía que todos tenemos una parte inmaterial, un alma, que es en esencia quienes somos en realidad, el alma es eterna y cuándo mueres esa alma va al cielo o al infierno.

-Disculpa que te interrumpa, pero eso es algo que de seguro todos hemos escuchado.

-Además de ser así ya estaríamos en alguno de los dos lugares. ¿No crees?

-A eso voy, recuerdo que una ocasión me dijo que cuándo el servidor de Dios muere, no muere, sino que duerme, hasta el día en que Él venga a buscar a los suyos, pero que el que muere sin Dios va directo al infierno para esperar el día del juicio final.

-¿Y?

-Ninguno de nosotros esta dormido.

-¿Estas diciendo que vamos para el infierno?

-Mas bien creo que esto es el infierno, mi hermano se refería al infierno cómo Separación Eterna de Díos, no el lugar que nos pintan con llamas y demonios dándole latigazos a la gente. Un lugar donde el sufrimiento no viene de afuera sino de lo que llevamos dentro.

Todos guardaron silencio por un rato.

-¿Y se puede saber como moriste?

-En una balacera, guerra entre pandillas en la que la policía intervino, no se quien me disparó, solo se que sentí un golpe en la espalda mientras escapaba, cuando creí que estaba a salvo me sentí mareado, empecé a sentir un calor tremendo, como si me estuviera quemando.

-Tenías una hemorragia interna, la sangre que se derramaba en tú interior crea esa sensación. Musitó la chica.

-Me fui debilitando, mientras trataba de llegar a un hospital, solo recuerdo desplomarme en la acera mientras pensaba en mi hijo, no quería morir, él me necesita, me arrepentí de la vida que había llevado y supliqué una oportunidad de empezar de nuevo, de poder hacer las cosas diferentes, por él. Pero ya era tarde, antes de darme cuenta ya estaba en este lugar. 

-Por eso digo que esto es el infierno, estar en este lugar consiente de que jamás veré a mi hijo crecer, jugar béisbol o enseñarle a montar bicicleta. Todos esos pensamientos ahora se repiten una y otra vez en mi cabeza. Lo interesante del caso es que cuando andaba con la pandilla jamás pensaba en eso, pero aquí, aquí solo pienso en todas las cosas de las que me arrepiento, en especial el no hacerle caso a mi hermano.

-Es verdad, pensé que para vivir con depresión mejor era morir, pero ahora, después de haber tenido una muerte horrible, me siento peor que cuando estaba viva, a veces cuando tenía una crisis terminaba dormida y en cierto modo era un escape. Aquí sin un cuerpo, no creo que se pueda dormir. Ahora me siento miserable, solo pienso en todas las veces que me quisieron ayudar y yo prefería encerrarme en mi sufrimiento y ahora...sentiré este maldito dolor por siempre.

El silencio volvió a reinar, entonces fue roto por los llantos de aquellas voces que fueron aumentando, mientras eran atormentados por los recuerdos de sus vidas, de lo que pudo haber sido y no fue. Sus mentes se quedaron atascadas en el dolor de no ver mas a los seres queridos, de los anhelos no cumplidos. Y también de lo malo, de lo vil, del dolor que causaron a otros. Y el dolor de saber que jamas terminaría, jamas se acostumbrarían, jamas llegarían a resistirlo. Aquellos pensamientos se repetían en un infinito carrusel, produciendoles en cada vuelta más sufrimiento que en la anterior, un condensado elixir de las tristezas de su vida que tendrían que beber por la eternidad.

Se olvidaron los unos de los otros, atrapados en aquella locura de dolor, no volvieron jamas a hablar entre ellos, ignorando por completo los otros millones de voces qué se fueron sumando a aquél coro de almas en pena, almas que estarían allí hasta el día en que fueran juzgadas por sus pecados, no para ser absueltos, sino para ser lanzados a lago de fuego, a la muerte segunda por toda la eternidad.

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