La Historia de Martin






Esta es la historia de Martín, un hombre como cualquier otro, que tiene que enfrentarse día tras día a las dificultades que la estrecha situación económica que vive le plantea, situaciones tan agobiantes que le han llevado a tomar una difícil decisión. Martín tiene un amigo que tiene un amigo que conoce un tipo que organiza viajes ilegales a Puerto Rico, una peligrosa travesía a bordo de improvisadas embarcaciones que, abarrotadas de desesperados individuos, se aventuran a cruzar las aguas del mar caribe con la esperanza de alcanzar la vecina isla y de allí abrirse camino hacía las estados Unidos.

Pese a las trágicas historias que rodean este tipo de viajes, Martín esta decidido a conseguirse una mejor vida para él, su madre y su hermana. El precio del riesgoso viaje era alto, por lo que Martín tuvo que vender la motocicleta, en la que se buscaba a duras luchas el pan diario, hizo también algunos otros trámites para cubrir sus costos y dejarle algo a la doña para el gasto, se aseguró de no dejarles deudas a su familia, aunque era un plan de previsión, algunos amigos cercanos lo veían como un plan de despedida.

Su madre lo besó y abrazó con fuerza, profiriendo sobre el toda clase de bendiciones y bienaventuranzas, lo miró con ojos llorosos mientras cubría su boca con una mano en un intento
por no romper en llanto. El le dijo que no se preocupara, que estaría bien y si veía que el asunto se ponía feo se regresaría. Aunque dijo esas palabras de consuelo a su madre. Su decisión ya estaba tomada. Lograría su meta o moriría en el intento. Su hermana lo conocía bien y aunque trató de disuadirlo sabía que cuando se le metía algo en la cabeza no había forma de detenerlo, ella tampoco pudo evitar que las lágrimas afloraran en sus ojos por el miedo de que esa fuera la
última vez que vería a su hermano.

Martín salió rumbo a Miches de donde a la madrugada siguiente estaría zarpando la embarcación. Se tomó el tiempo para preparar en una mochila, algo de ropa, una bolsa de pan, una par de latas de salchicha, algunos chocolates entre otros comestibles, también llevó tres botellas plásticas con un litro de agua para cada día de los que se esperaba duraría aquella travesía. Un cuchillo y una foto de la familia completaban aquel equipaje que pesaba sobre su espalda mientras caminaba detrás de aquel guía que lo llevaría al punto acordado en aquella solitaria playa, había luna llena y la noche estaba despejada. Martín se reunió con el grupo que observaba a varios hombres preparar aquella embarcación. 

Estaba construida de una mezcla de madera y fibra de vidrio, sería impulsada por dos motores fuera de borda que lucian viejos y desgastados, por ende eran de dudosa confiabilidad. Martín dirigió
entonces su mirada a el grupo que esperaba entre murmullos, era muy variado, habían personas muy jóvenes, y otros tan mayores que Martín consideró que ya no estaban aptos para realizar el peligroso viaje, había incluso una mujer que alegaba estar embarazada y que tenía la esperanza de que su bebé
naciera en suelo norteamericano.

El capitán de aquella embarcación se acercó al grupo y estableció sus reglas.

-Aquí cada quien se cuida a si mismo, nuestro único compromiso es el de llevarles a Puerto Rico, de ahí en adelante cada quién que resuelva como pueda. Si les decimos algo tienen que hacerlo inmediatamente y sin preguntar incluso cuando les digamos que se tiren del bote y naden tienen que
hacerlo.

-¿Y si uno no sabe nadar? Intervino una Señora desde atrás del grupo.

-Ya yo lo dije, ese es su problema. dijo aquel hombre mientras se acomodaba una pistola en la cintura de manera que aún bajo la luz de la luna se viera.

Aquellos hombres solicitaron la ayuda de los demás hombres que estaban allí para meter el bote al agua, una ves allí se acomodaron un total de treinta hombres y mujeres mas el capitán y sus dos ayudantes.  El viaje inició. 

Martín veía con cierto nerviosismo cómo la costa empezaba a verse cada vez menos, entonces el capitán dio una orden y los ayudantes mandaron a que todos se cubrieran con unas lonas y no se asomaran hasta que les avisaran, paso un lapso de tiempo que Martín no pudo calcular para cuando se les permitió retirarse la lona el cielo se veía rojo y anaranjado presagiando el amanecer. Cuando el sol se elevo sobre el horizonte todos los de abordo constaron su cruda realidad, ya no había vuelta atrás, no se veía tierra por ningún lado, las olas mesian constantemente aquella embarcación muchos empezaron a sucumbir victimas del mareo, otros trataban de olvidar el temor entablando
conversaciones que tenían en común el mismo tema, que harían al llegar a los Estados Unidos.

Aquel día pareció eterno, sin punto de referencia a la vista Martín llegó a sentir que el bote solo se balanceaba sin avanzar, por su parte el capitanes parecía muy seguro de lo que hacía guiándose solo con una simple brújula y un mapa lleno de anotaciones. Al caer la tarde se vislumbraron unos nubarrones de aspecto amenazante y por los cuales el capitán avisó que se desviaría un par de millas
para rodear el mal tiempo, sin embargo el destino tenía otros planes. Aquel mal tiempo cambió de dirección y los interceptó, se trataba de una tormenta con la suficiente fuerza como para voltear aquella embarcación. El capitán dijo que intentaría llegar a la isla Monitos antes de que el clima empeorara, pero las condiciones se volvieron criticas cuando las olas empezaron a
elevarse y a llenar el bote, todos hacían su mejor esfuerzo por aferrarse a la frágil embarcación, en un momento una ola cubrió por completo la nave, la fuerza del agua sacó a varios de los pasajeros, 

Martín ayudó a un par a regresar abordo, pero otros simplemente desaparecieron debajo de las olas. Una segunda ola embistió el bote en esta ocasión Martín fue uno de los qué terminó en el agua, aunque fue asido de la mochila y rescatado rápidamente, una tercera oleada coloco el bote bajo el nivel el agua, pero en esta ocasión no subió sino que empezó a hundirse. Los gritos de miedo y desesperación se confundían entre el aullido del viento y golpe de las olas, alguien gritaba sin parar que habían tiburones, otros pedían ayuda al no saber nadar, los pocos restos flotantes no eran suficientes para todos, lo que hizo que hubieran peleas por aquellos flotadores improvisados haciendo que algunos sentenciaran a muerte a otros en su afán por sobrevivir. Por suerte para Martín las dos botellas vacías en su mochila hacían que esta lo sostuviera, razón por la cual alguien lo atacó para quitársela, Martín sintió un fuerte golpe en la cabeza que lo aturdió seguido de un forcejeo, entre la
conmoción del golpe y el agitar del agua no pudo evitar que le quitaran la mochila y como si no fuera suficiente aquel hombre lo golpeó de nuevo, ahora Martín se estaba hundiendo, medio inconsciente, cansado y confundido por un momento concluyó que ese sería el fin y solo se dejo llevar, ya no con miedo sino con una extraña sensación de tranquilidad.

Martín no recuerda lo que sucedió, en su mente solo quedó un desfiles de imágenes aleatorias, se vio a si mismo de nuevo en el bote, luego el frenesí de todos los pasajeros luchando en el agua, luego vio el rostro del hombre que le había quitado la mochila siendo arrastrado hacía las profundidades por debajo de el, luego oscuridad, de repente un relámpago con el que pudo ver su mochila flotando por encima de su cabeza, extendió torpemente la mano para alcanzarla. Luego solo oscuridad y aparecen las mandíbulas de un tiburón cerrándose con fuerza a solo centímetros de su cara. 

Oscuridad: Ve unas rocas acercarse rápidamente.
Oscuridad: Se siente flotar inerte, otro relámpago revela cuerpos sin vida flotando  a su alrededor. Oscuridad: Ve los rostros de su madre y hermana los que desvanecen mientras siente que cae en un
profundo sueño.

Oscuridad, oscuridad, oscuridad, silencio...

El calor del sol lo despertó, tirado en la orilla donde aún las olas alcanzaban sus rodillas, abrió los ojos con lentitud la luz del sol lo deslumbraba, los cerro y comenzó a palparse en busca de alguna lesión, sintió la mochila sobre su pecho, de alguna forma se la había colocado al revés, muy
posible que gracias a esto no se haya ahogado, pensó.

Esta ileso, solo algunos golpes menores, se sintió afortunado de estar con vida, lentamente se sentó y allí se dio cuenta, su cara estaba pesada, se tocó con cierta duda notando que la misma estaba sumamente hinchada. Unos segundos fueron suficientes para darse cuenta que el
problema estaba en su boca, se dio cuenta de que dentro su lengua estaba tan hinchada que no podía juntar los labios, trató de tocársela, estaba dura y esa simple acción lo hizo retorcerse del dolor, un dolor que le abarcaba todo el cuello, bajaba por su garganta y se reflejaba en sus oídos, tardó un
par de minutos en recuperarse, se apoyó de manos mientras dejaba que una mezcla de saliba y coágulos de sangre saliera lentamente de su boca, no podía siquiera escupir.

Se alejó de la orilla buscando protegerse del sol, se sentó debajo de un almendro, allí ​ empezó a ordenar sus ideas, había sobrevivido, no tenía idea de como, simplemente concluyó que
no le tocaba, lo próximo era confirmar si había algún otro sobreviviente y luego ver si había logrado llegar a su destino. Tomo su última botella de agua y trató de beber de ella, fue mas el desperdicio que lo que pudo tomar. Caminó por la orilla todo lo que pudo y luego y luego se adentro en un bosque de almendros, cocoteros y arboles de limón, avanzaba con lentitud por aquel terreno desconocido, mientras lo hacía sentía como si su lengua palpitara dentro de su boca, por momentos
sentía un molesto hormigueo que terminaba en una punzada de dolor, pero el no se detendría, estaba decidido a lograr su sueño. Su corazón saltó y su paso se acelero al ver a la distancia entre los arboles algo que le pareció una autopista o un estacionamiento, era un espacio amplio y sin árboles que
se vislumbraba mas adelante. Con el mismo ímpetu que le subieron los ánimos le bajaron al darse cuenta de la cruda realidad, no era un estacionamiento o carretera, era otra playa.

Había atravesado la isla, con paso vacilante llegó hasta la orilla, donde las olas tocaran sus pies. A su izquierda se veía una pequeña isla y fuera de eso mar caribe en todas direcciones, recordó entonces unas imágenes que había visto en Internet, debía estar en la isla Mona, a medio camino entre la República Dominicana y Puerto Rico. Esto lo dejo sin ánimos al punto tal de que se sentó, se sintió frustrado y luego enfurecido, refunfuño y pateo arena por un rato hasta que un nuevo reto le
hizo detenerse, tenía hambre.

Se sentó de nuevo y rebusco en su mochila, una lata de salchichas le pareció una buena opción, tenía tanta hambre que hasta se había olvidado del problema de su boca. No podía comer, simplemente no podía meter nada en su boca, ni resistir el dolor ni mucho menos masticar, no sabía cuanto tiempo estaría varado en ese lugar, pero si no lograba comer no sería mucho.

Según fue pasando el día divago por aquel lugar, confirmando que estaba solo, al caer la tarde pensó que debería preparar algo para dormir, aprovechando la luz que quedaba junto pencas de coco y las cubrió con hojas de almendros creando una plataforma que por lo menos le mantendría lejos de
la arena y los insectos. Al caer la noche intentó de nuevo comer sin éxito, la única cosa que su estomago había recibido eran los restos de sangre que no cesaron de fluir de su lengua. Miró hacia el cielo maravillado de lo hermoso que se veía, al bajar la vista notó algo en el horizonte, al principio pensó que era un barco pero al ver con detenimiento vio que no movía, una hilera de luces que titilaban sobre la línea del horizonte,  hizo cálculos rápidos recordando una vez mas las imágenes vistas en Internet. Eso debía ser Puerto Rico, una chispa de esperanza se encendió en el, construiría una balsa y llegaría remando a su destino, sonaba descabellado pero su terquedad hacía
presencia, con el estómago vacío y la cabeza llena de sueños se durmió en la oscuridad de aquella solitaria playa.

Tuvo una noche difícil, despertándose en varias ocasiones por causa de ese molesto hormigueo y el punzante dolor en su boca. El sol lo atrapo ya despierto, trataba de reunir madera que pudiera usar para su proyecto de escape, pero un par de horas mas tarde, estaba tirado sobre su improvisada cama, presa del hambre, el cansancio y el dolor, había gastado sus energías en su recolección, trató de tomarse el poco de agua que le quedaba acostado boca arriba tratando de no desperdiciar ni
una gota, espero tranquilamente hasta que el agua terminara de escurrirse por su hinchado paladar, no bien había terminado empezó a escuchar un helicóptero acercarse, no le dio mucha importancia hasta que vio que la aeronave de color rojo hacía círculos sobre la pequeña isla, debía ser la guardia costera de Puerto Rico. Se movió tan rápido como pudo hacía su cama de hojas y se cubrió con ella, allí permaneció hasta que helicóptero se marchó, eso confirmaba su hipótesis, Puerto
Rico estaba cerca. Hizo acopio de fuerzas y continuó por un par de horas más, pero el dolor ya se había apoderado de su cabeza al punto tal que creyó que moriría. Al atardecer el helicóptero sobrevoló la isla una vez mas descubriendo a Martín tirado en la playa haciendo leves señales con la mano. Fue rescatado y llevado de inmediato a un hospital militar en la isla del encanto.

El médico de emergencias hizo varias preguntas, pero no podía hablar, le pasaron papel y lápiz, escribió brevemente lo ocurrido, el doctor se sentó frente a el y con una paleta de madera trató de examinar la boca de Martín. El hombre retrocedió espantado dejando caer la paleta, la cara de asombro en su rostro le decía a Martín que algo andaba mal. El doctor envió a llamar a otros dos doctores. La seriedad y el asombro en la cara de los galenos, le confirmó a Martín que algo estaba terriblemente mal, se dio la orden de llevarlo a cirugía inmediatamente, el solo hacía señales preguntando que sucedía, pero nadie le contestaba. Cuando llego el camillero para llevarle a cirugía, Martín notó que había un pequeño baño en la sala, al que entró tan rápido como pudo, colocando el seguro a la puerta se dio vuelta para verse en el espejo.

Lo que vio fue a un monstruo, su cara, quemada por el sol y curtida por la sal, se había transformado en una mascara de aspecto simiesco, donde sus mejillas hinchadas y redondas enmarcaban la flor rojo sangre y purpura putrefacto en la que se había convertido su boca y eso no fue lo peor. Cuando abrió la boca no pudo dar crédito a lo que vio, había algo vivo dentro de la misma, parecía un escarabajo de color blanco, de aspecto gordo, cubierto de placas superpuestas de un material traslucido, estaba aferrado fuertemente con patas espinosas a su hinchada y oscurecida lengua. Lanzó un grito que quedo reducido a un sonido gutural y salió de aquel baño extendiendo aquella asquerosa criatura fuera de su boca como si fuera su lengua, fue necesario someterle e inocularle un poderoso tranquilizante.

Cymothoa Exigua era el nombre de aquel parásito isópodo, también se le conoce como "Parásito Lengua" Esta criatura se mete a la boca de los peces, de hecho prefieren el Pargo rojo, agarrándose de la base del musculo de la lengua, entonces localiza la arteria principal y la corta para iniciar un proceso de atrofiar la lengua del anfitrión hasta que queda inservible, como el parásito esta conectado al músculo, luego de varios días el pez puede moverlo como si fuera su propia lengua, entonces el parásito empieza alimentarse de los restos de comida que van quedando en la boca del pez, jamás se había visto un caso en un ser humano, hasta ese día.

El parásito fue removido, pero unos días mas tarde Martín fue sometido a otra cirugía donde tuvieron que removerle una parte de la lengua que se había dañado por falta de irrigación sanguínea. Cuando estuvo completamente recuperado fue deportado a su país. Ahora hablaba con dificultad, pero a su madre y hermana eso no les importó, estaban felices de tenerlo de vuelta.

Martín jamás volvió siquiera a mencionar la idea de viajar a Estados Unidos, concentró sus esfuerzos para salir adelante en su país, nunca volvió a entrar en contacto con agua de mar, ni siquiera se acercaba a la playa.

Aquel bicho extraño en el frasco con formol sobre la repisa en su habitación constantemente le recordaba porque.

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