La Melodía del Asesino





Cautivante, capaz de atraparte y causarte claustrofobia, ansiedad, miedo, escalofríos, alegría o tristeza, tiene el poder de transmitir infinidad de emociones con un par de notas.
Así describía la crítica a la música de Isaac Vanderbin, un prodigioso músico con un don especial, la capacidad de proyectar emociones variopintas a la audiencia con sus composiciones, ya fuera dirigiendo una orquesta o tocando el piano su música transcendía mas allá de lo audible.
Su talento era admirado y altamente valorado en el mundo del cine, le había merecido múltiples premios y tenía una larga lista de películas que esperaban por bandas sonoras.

Vanderdin era una celebridad donde quiera que iba, amado por unos odiado por otros, se preocupaba por mantener presencia en las redes sociales, de hecho tenía un equipo que se encargaba de esto. Y a decir verdad tenía varios empleados que se aseguraban de cubrir distintos aspectos de su vida, su propósito era enfocarse en crear su música, y dejarle las cosas mundanas a otros.
Era disciplinado y rutinario, por lo que aquélla noche no noto que algo era diferente hasta que ya era demasiado tarde. Después de una reunión con productores, no le dio mucha importancia a que el conductor del auto fuera diferente, no se percató de que tomaron una calle distinta, no percibió un sabor un tanto diferente en su bebida.

Se despertó abruptamente sintiendo que se sofocaba, algo alrededor de su cuello le cortaba la respiración, trató de quitárselo solo para darse cuenta de que sus manos estaban atadas tras su espalda. Estaba sentado en una silla fijada al suelo, sus pies también estaban atados, abrió los ojos pero solo veía una tenue luz difuminada a través de una tela que le cubría la cabeza, empezaba a desesperarse trató de gritar pero solo emitió un gutural sonido de dolor mientras su garganta se cerraba, llegó al punto en que sintió que perdía el conocimiento, entonces su garganta fue liberada y aquel material que cubría su cabeza fue retirado.

Recuperó el aliento con aún mas desesperación, miró alrededor sin distinguir el lugar en el que estaba entonces alguien le sujetó la cabeza con poderosas manos obligándole a verlo.

-Tranquilo, tranquilo,ya paso, todo va a estar bien, me oíste todo, va a estar bien.

El rostro de aquel hombre, unos cincuenta y tantos, lucia sereno, el brillo de sus ojos azules detrás de los espejuelos solo reflejaban emoción. Esbozó una sonrisa de satisfacción mientras lo examinaba con frenetismo.

-Todavía no puedo creer que seas tú, es que había imaginado este momento tantas veces y ahora...me quedo sin palabras.

-¿Que quieres?

-¿Que qué quiero? Ya tengo todo lo que quiero. He tenido una vida de aventura, riesgo y peligro, he viajado por el mundo, he conocido gente, he.recibido, emociones y satisfacción al máximo, he disfrutado de los placeres que esta vida puede dar y algunos que yo le he arrebatado. Y ahora Isaac, te tengo a ti.

En ese momento otro tipo de preocupación se adueñó de su cabeza.

El hombre se alejó y encendió el resto de las luces del lugar, era una habitación recubierta de material acústico aislante, era como de un estudio de grabación, pero más grande.

-Sabes, soy tu gran admirador, me fascina tú música, es la cosa más maravillosa que existe, la escucho todo el tiempo, incluso he estado en muchos de tus conciertos.

Aquel hombre daba vueltas por todo el lugar, girando alegremente.

-Me has hecho llorar, reír, amar odiar y quien sabe que más, me has hecho sentir emociones qué ni sabía que existían. Te admiro de verdad, eres el mejor.

-Gracias. Respondió Isaac con cierta duda.

-Pero ahora harás mi sueño realidad, estoy a punto de retirarme y quiero que cerremos con broche de oro, quiero hacer lo que más me gusta, después de tu música claro esta, mientras tu tocas para mí, pero no quiero algo que haya escuchado, quiero que improvises, que crees algo nuevo, quiero una pieza para mi.

-Pero si eso era lo que querías no había necesidad de secuestrarme ni de tenerme atado.

-Ah sí, me disculpo por todo eso, era solo para asegurar tú colaboración.

El hombre corrió hacía un bulto enorme tapado con una sabana, lo empujó hasta donde estaba el músico y luego lo descubrió. Era un piano de cola.

-Es nuevo, nadie lo ha tocado jamás, esta perfectamente afinado.

Dio un salto sobre el piano y de ahí salto por encima de Isaac.

-Lo siento, lo siento, es que estoy muy emocionado.

Se acercó a la silla y le liberó las manos y los pies, aunque estos últimos seguían unidos a la silla por unas cadenas.

-Entonces ¿Que pasará cuando terminé de tocar?

-Te libero, te llamo un taxi y te vas a casa.

-¿Así nada más?

-Si, te lo dije, lo único que quiero es que toques para mi.

El hombre definitivamente estaba mal de la cabeza de modo que no tenía otra opción que seguirle el juego.

-Esta bien, vamos a hacer esto.

-¡Ah, gracias maestro, muchas gracias, no te imaginas lo feliz que me haces!

El hombre se acercó a una de las paredes y con una llave de tuercas empezó a desmontar una división que los separaba de la habitación contigua, mientras Vanderbin calentaba sus dedos.
Cuando hubo removido la división, Isaac volvió a tomar su actitud inicial, entró en pánico, del otro lado habían diez personas, atadas y amordazadas en sillas similares a la de el, cinco hombres y cinco mujeres.

-¿¡Que rayos esta pasando!?

-Nada maestro vamos a hacer esto como dijimos, usted toca mientras yo hago lo que me gusta.-Dijo al tiempo que descubría una bandeja llena de cuchillos.

Tomo uno y se dirigió hacia el.

-Me gusta la sensación de la carne.

Las víctimas amordazadas empezaron a llorar.

-¡No, jamás voy a tocar para ti!

-Entonces, te mataré. Dijo cambiando drásticamente su actitud cálida y complaciente por una más acorde a su realidad, la de un asesino.

Isaac miró el piano, luego vio a los que estaban del otro lado, sus miradas suplicantes pedían clemencia.

-¡¡Toca!! Gritó el hombre clavando el cuchillo sobre el piano.

No tenia opción, empezó a tocar algunas notas sueltas que rápidamente se volvieron en una melodía lóbrega y triste, una melodía de desesperación y miedo, de pánico y dolor. El asesino permanecía inerte, recibiendo poco a poco las emociones que la música motivaba en su cerebro, levanto los brazos mientras se mesía lentamente, como si estuviera deslizándose por un tobogán infernal hacía la locura, se quitó la camisa y tomando el cuchillo del piano se dirigió a su primera víctima y le propinó una estocada en el hombro, un grito suprimido por la mordaza se escuchó y el músico se detuvo de golpe.

-¡¡Te dije que tocaras!! Gritó el hombre desquiciado.

Fue a la mesa de los cuchillos tomando de ahí una pistola hizo un disparo hacía el techo justo encima de Isaac, pedazos del material cayeron sobe él mientras se cubría la cabeza. Volvió a mirar al que había recibido la estocada, luego a las teclas del piano. La melodía continuó y así mismo las torturas que propina aquel hombre demente, les cortaba y apuñalaba a su antojo pero no sobre órganos vitales, al parecer los quería conservarlos vivos tanto como se pudiera.

El éxtasis de su música llenó la dantesca escena al punto de que sin darse cuenta su melodía cambió. Ahora representaba las emociones de aquel maniático, su placer enfermizo, su euforia, su pasión, su lujuria por la sangre, la sensación de poder que le daba saber que tenía la vida de otros en sus manos y que podía hacerlos morir cuando el quisiera. La música solo se detuvo cuando el sonido de un disparo destrozó una puerta dando paso a la policía.

-Ah, ya llegaron, pensé que vendrían mas rápido.

-¿Sabías que la policía vendría?

-Si, yo les llamé.

Cuando los uniformados le apuntaron el hombre, soltó el cuchillo inmediatamente.

-¿Trajeron la ambulancia? Pedí una ambulancia esta gente necesita atención medica urgente.

Los policías estaban desconcertados.

-El es el maestro Isaac Vanderbin, el mejor músico del mundo, lo secuestre y lo obligué a que tocara para mi mientras lastimaba a estas personas. ¿Ven esa cámara de allá? Todo lo sucedido esta grabado ahí, el es inocente, el único culpable soy yo.

Y sin mas el hombre se tiró al piso y colocó la manos sobre la nuca, los policías no salían de su asombro. Con cautela se acercaron y lo esposaron, cuando lo levantaron para sacarlo, se quedó mirando a Isaac.

-Gracias maestro, me retiro feliz y satisfecho.

Subieron al hombre a una patrulla, mientras los heridos eran atendidos, la policía lo liberó a Isaac, fue examinado por los para-médicos y luego llevado a la estación de policía para tomar su declaración.

Efectivamente la cámara que Albert Sumbatch, ese era su nombre, había señalado contenía la evidencia que liberaba a Isaac y sumaba más cargos a la larga lista en contra de Sumbatch. Se trataba de un peligroso asesino en serie al qué la policía llevaba años siguiendo, actuaba de una forma tan imprescindible que algunos comentaban que de la única forma en la que lo atraparían sería si se entregaba y así fue.

Los días siguientes tanto Vanderbin  como Sumbatch llenaron los medios noticiosos tradicionales y la internet, su juicio fue seguido de cerca hasta que, tras diagnosticarle distintos trastornos mentales y considerando que se entregó voluntariamente, le dieron tres cadenas perpetuas en confinamiento aislado. Pero el asunto no terminó ahí, ahora el mundo tenía la morbosa curiosidad de escuchar la melodía que el músico había tocado para el asesino.

Le ofrecieron decenas de contratos de exclusividad, y ofertas de todo tipo para comprarle la composición, lo asediaron tanto que decidió usarla como parte de la banda sonora de un drama policíaco, uno basado en su propia historia.

La noche de la premier fue la única vez que la película se presentó, era una pieza maestra que todos estaban disfrutando hasta el momento en que sonó la melodía del asesino y todos en la sala, llevados por el éxtasis de la música, empezaron a atacarse unos a otros. Mientras en una solitaria celda un hombre murmuraba entre risas.

—Te lo dije Isaac, terminaríamos con broche de oro.

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