La Mente del Terror

Los tres entraron a aquella feria gitana que apareció de la noche a la mañana. Entre malabarismos, magias y acrobacias pasaron una tarde divertida. Al caer la noche se disponían a salir del lugar cuando vieron una atracción por la que no habían pasado; La Casa del Terror.
Estaba detrás de las instalaciones, un tanto oculta a la vista, se acercaron para ver mejor y de inmediato un hombre les detuvo.

—Está cerrado.
—Pero los demás puestos siguen abiertos.
—Si, pero este está cerrado.
—¿Y se puede saber por qué?
—La gente empezó a decir que era una experiencia demasiado... Aterradora, muchos amenazaron con ir a la policía para que nos cerrarán la feria.
Los jóvenes se rieron.
—Usted debe estar bromeando. ¿Como puede una casa del terror causar tal reacción?
—Eso tiene que ser algún truco publicitario.
El gitano se ríe.
—Ustedes, como la mayoría, se burlan de lo que no conocen.
—Mire señor, no creo que nada de lo que ustedes hayan podido poner ahí dentro pueda asustarnos ni siquiera un poco.
—¿Les gustaría darse una vueltecita? Corre por cuenta de la casa. Dijo el gitano en voz baja.
Los jóvenes accedieron gustosos, el hombre les escoltó hasta la entrada del lúgubre espectáculo, quitando la cadena les dejó entrar.
—Que se diviertan. Musitó con una sonrisa sarcástica.

Dieron los primeros pasos y se encontraron en un laberínto de paredes negras. Se burlaron de lo simplón del lugar, hasta que escucharon voces susurrando mas adelante. Se extrañaron porque se suponía que no había nadie más.

Avanzaron y se encontraron en un salón donde una enorme pantalla proyectaba escenas del pasado de los tres. Se quedaron boquiabiertos, sus ojos no daban crédito a lo que veían. De pronto todas las escenas convergieron en una sola, que se repetía una y otra vez. Hacía un año exactamente habían asesinado a un chico en venganza e hicieron parecer que fue un accidente. Ahora no había manera de negarlo.

—¡¿Como lo saben!?
—Esto tiene que ser un truco, como...
—Si, ¿Truco? No lo creo, alguien se esta vengando de nosotros eso es lo que pasa.
—¿Y ahora que hacemos?
—Déjame pensar.

Uno de ellos no aguanto y empezó a llorar.

—Estamos fritos viejo, la hemos jodido.
—Cállate, dejame pensar.
En esto se escucharon voces, el gitano apareció en compañía de la policía.
—Quedan todos bajo arresto. Dijo el hombre mientras se colocaba una placa oficial alrededor del cuello.
—Esperen podemos explicarlo.

Los policías desenfundaron sus armas.

—Parece que se resisten al arresto.
—¡No, no, no, estamos cooperando, miren nos vamos a arrodillar y pondremos las manos sobre la nuca.

Los tres muchachos se arrodillan.

—Si, definitivamente se estan resistiendo y con agresión.
—¿¡Cual agresión!?

Los policías les dispararon en los muslos, los gritos y la sangre se hicieron presentes.

—!Por favor, por favor! Eran las unicas palabras que se escuchaban entre sollozos y muecas de dolor.

En esto un figura hizo aparición, enfundado en un traje negro, con aires de elegancia e impecable perfección se acercó.

—¡Don Patricio por favor, piedad! Grito uno de los jóvenes.

El hombre canoso se acercó y agachadose examinó por un momento al que pedia clemencia, le dio una bofetada. Se puso en pies y se retiró, no sin antes hacer una señal con la mano los policías volvieron a apuntar y sin más empezaron a disparar.
Sintieron cada bala atravesar sus cuerpos causandoles un dolor que jamás habían experimentado, robandoles la vida con cada golpe.
Quedaron tendidos boca arriba, el gitano se acercó para constar que dos de ellos ya no respiraban, revisó al tercero justo cuando dió el último suspiro, su vista se fue nublado dejando solo la imágen del rosotro de aquel hombre suspendida en el negro mas absoluto que jamas alla visto.

—Hey, hey ¿Estan bien? Preguntó el gitano.

Los tres muchachos se levantaron entre pánico y confusión, pero sin quitarle la vista. Se encontraban afuera de el lugar. El hombre lanzó una carcajada.

—Espero haberles asustado aunque sea un poco...

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